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Rafael Acosta Rosas se levanta todos los días de la cama pensando en triunfar. Rafael, mejor conocido como La Güilota, recibe en el patio de su casa a los comensales que acuden a comer pozole, mole rojo, mariscos, barbacoa de pollo y puerco y, el platillo más pedido, el huacaxtoro, un caldo rojo con carne de res y frijol.

Atender a sus clientes, hijos, esposa y a su padre le da satisfacción. Aunque la felicidad completa, dice, la encontraría en una casa llena de plantas en el campo.

—¿Eres feliz?

—Completamente feliz, siempre lo he sido. Amanezco contento: me persigno, doy gracias de que amanezco y ando alegre.

—¿Por qué?

—No sé, por mi sangre, por mi actitud, por mi convicción, por mi forma de ser: alegre, amistoso, amiguero. Y como todo: hay problemas, hay gastos, hay deudas, pero son problemas que se pueden resolver.

—¿Y cómo lo haces?

—Cada día es una batalla. Hay que luchar, buscar la forma de solucionarlo. Si hay un problema hay que buscarle una solución y si no es una, buscar otra. A veces digo: “Amanecí con cinco pesos”, pero luego busco la forma de generar dinero, de ver cómo le hago para que crezca mi negocio.

El rostro de Rafael confirma sus dichos: son muy pocos los días en los que no tiene una son- risa marcada, sin recibir con una broma o sin ofrecer una caguama a sus clientes. “Mis días siempre son bien pesados. Bien dice el dicho: ‘Lo que tú deseas, eso va pasar’. Siempre se me acaba mi comida. Siempre estoy pensando en eso y en quién va a venir. No sólo es hacer comida y sí estar pensando en mis clientes”, dice el hombre de 36 años.

Todos los días repite su ritual: se despierta a las siete de la mañana, va a dejar a su esposa y dos hijos a la escuela, regresa a casa, elabora la lista del mandado y sale al mercado. Llega de nuevo y con sus cuatro empleadas decide el menú del día. En un tiempo libre organiza el trabajo que realiza su papá en el campo. Comienza a cocinar. Mientras sirve a sus clientes, atiende a sus hijos, está atento de que llegue su papá con las bebidas y está al pendiente de que las tortillas estén siempre calientes sobre las mesas.

—En una escala del 1 al 10, ¿dónde ubicas tu felicidad?

—En el ocho. La felicidad no es tan plena como uno quisiera. Es algo que se va dando según tu comportamiento. Si haces el mal, vas a acabar mal. Creo que no soy envidioso. Estoy muy contento de tener esposa, a mis hijitos, a mi padre, mi negocio y buenas amistades.

Sobre los problemas. —¿Hay algo que te preocupa?— se le cuestiona.

—Sí, los cambios muy radicales. Por ejemplo lo que este presidente [de Estados Unidos, Donald Trump] está haciendo con nuestros paisanos migrantes. El gobierno que tenemos, que no está haciendo gran cosa en nuestro estado, en el municipio. La zona da para más, no podemos estar sin agua, con la basura en las calles, con tanta inseguridad.

La violencia y la inseguridad son puntos que le preocupan a Rafael. Impactaron en su negocio. Desde hace unos meses dejó de vender cena, no complementa su ingreso y su jornada laboral se redujo. Antes cerraba hasta las 10 de la noche, ahora a las 6 de la tarde.

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