justiciaysociedad@eluniversal.com.mx

“Me llamo Juan Ramón González Santos, tengo 23 años y mi banda se denomina Los Guerreros. Viendo más al rato, todo va cambiando, te vas alejando un poco”, reflexiona cuando se le pregunta cuál es su futuro. Una realidad que viven cientos de jóvenes pandilleros en esta ciudad, olvidados durante años en las promesas de campaña, ignorados de las ayudas sociales y acosados por la policía.

Juan Ramón tiene su casa en la colonia La Unión, se localiza en la zona norte de Monterrey, una región con alta marginación, vecina de la 2 de Octubre. Habita ahí, en condiciones de miseria, porque para él no hay otro lugar donde vivir.

Las pandillas se desarrollan en un ambiente social en el que, para ser respetados, los adolescentes creen que tienen que saber defenderse a golpes, demostrar su valor, bailar vallenato con la cabeza agachada, los pies y rodillas juntas, encorvados, levantando las manos con los dedos pegados de dos en dos y defender a pedradas lo que llaman “su territorio”.

En la colonia 2 de Octubre no hay drenaje ni agua potable, ni luz ni banquetas, mucho menos tiene acceso a internet, pero en esta región norte de la ciudad, cercana a Monterrey, municipio de México con mejor calidad de vida, según Forbes, y de San Pedro Garza García, el municipio más rico a nivel nacional, así lo ha calificado la firma Standard & Poor’s, también conviven alrededor de mil 800 jóvenes y adolescentes que pertenecen a unas 400 pandillas que a veces son reclutados por el crimen organizado.

Estos jóvenes parecen olvidados, pero la organización no gubernamental Nacidos para Triunfar lucha todas las madrugadas para sacarlos de ese ambiente, para evitar que cometan actos delictivos y reintegrarlos a la escuela con la entrega de becas, o al sector laboral, con ayuda de empresarios locales que se comprometen a confiar en ellos y a darles un empleo.

Las claves que les dan identidad. Cuando habla Juan Ramón, enfatiza el acento regio, norteño, mutila las palabras o alarga las sílabas, como aquellas personas que hablan lento y pausado después de fumar mariguana, aunque él no está drogado, habla así porque es la personalidad de algunos jóvenes como él, de barrio; puede ser la influencia del estilo cholo estadounidense, pero es parte de su identidad, aunque a veces no se le entiende.

“Ahorita estoy trabajando en una obra, soy albañil. Tengo un morrillo, va, tiene tres años, estoy separado”, cuenta Juan Ramón en un terreno baldío, donde abundan basura y escombros, lugar preferido por los jóvenes para reunirse y platicar.

“Sí he tenido problemas con otras pandillas, muchos a pedradones, erda, por defender el barrio, porque nos revientan las casas, los carros, las cosas de aquí de nuestra cuadra, va. Cuando pasan por aquí, si no los conocemos pos no les hacemos nada, pero si los conocemos, pues sí, erda”, reconoce Juan Ramón.

“Sí he sido detenido, por un baile, nomás, por cosas de broncas y de niñas también. A los 15 entré a Los Guerreros, ahí están los bailes y los camaradas, acá; eran muy fuertes las broncas.

“Una vez, cuando nos estábamos peleando, los policías sí nos tiraron de plomazos. De repente sí estoy arrepentido [de estar en Los Guerreros), de repente no; como quiera, siempre estamos aquí, ni modo, ¿para dónde ir?, erda”, dice con resignación, como si no tuviera futuro.

En son de paz. Este jueves se firmó la primera tregua de paz entre pandillas del estado, de seis que se realizarán en los próximos días.

Con este paso se comprometieron unos 400 jóvenes y adolescentes —de entre 10 y 30 años de edad— integrantes de 17 clickas, como le llaman ellos a sus pandillas, a no agredirse, a no cometer ilícitos y hacer lo posible por reintegrarse a la escuela, con ayuda de becas proporcionadas por el gobierno del estado de Nuevo León, o a integrarse a un trabajo.

En total, Nacidos Para Triunfar convenció a los líderes de 100 pandillas para dejar de agredirse.

Algunos de estos grupos tienen armas, entre sus miembros hay ex convictos del penal de Topo Chico y también delincuentes que sirvieron para cárteles como el del Golfo y del Noreste, y Los Zetas.

Después de varios meses de trabajo, los clickas aceptaron dejar la violencia, convencidos de que por ese camino no hay futuro. Aunque fuera de las pandillas, en esas condiciones socioeconómicas tampoco ven muchas más oportunidades, como Juan Ramón, quien desea sacar adelante a su “chavito”, pero no sabe cómo hacerlo.

La duda es como las paredes grafiteadas en obra negra: ahí están, aunque nadie quiere entenderlas.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses