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Joaquina tiene ocho hijos. Uno de ellos, el penúltimo, se llama Martín. Con 19 años, Martín cursaba el primer año de estudios en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos cuando fue víctima de desaparición forzada en Iguala junto con otros 42 estudiantes la noche del 26 de septiembre de 2014.

Le apodaban Zumpango porque su familia es de Zumpango del Río, Guerrero. Su madre recuerda que la última vez que estuvieron juntos fue el 20 de septiembre de 2014.

“Hago un pozole que a él le gusta mucho. Ese día comió pozole, además del mixiote.  Se  lo hacía especialmente para él cuando venía a vernos. Parece que las madres siempre recordamos  los alimentos preferidos de  nuestros  hijos”, reflexiona. “Cada vez que hago pozole o mixiotes me acuerdo de él, recuerdo que me decía que le hiciera mixiotes de más para llevárselos”, declara.

Hace tiempo que Joaquina no cocina. Dejó de hacerlo.  Salió de su casa  el 27 de septiembre en busca  de Martín y prácticamente no ha regresado. “No he vuelto tan seguido a casa, no cocino como antes,  tengo que seguir buscando a mi hijo hasta encontrarlo”, comenta.

“Sé que mi hijo menor se queja por mi ausencia, pero le he explicado que tenemos que seguir en la lucha  hasta encontrarlos. Juan Carlos hoy tiene 19 años, está estudiando odontología, se queja conmigo de que lo he abandonado. Mis demás hijos están casados, pero él no. A él lo cuida mi esposo y Guadalupe, mi hija mayor”.

Hace poco, Juan Carlos habló con su madre, le pidió que regresara. Joaquina lo escuchó; sin embargo, no accedió. Explica: “Uno sigue viviendo y sigue adelante porque tiene más hijos. Hay que hacerse al dolor para seguir adelante; por supuesto que Juan Carlos me importa y quiero que también se supere, quiero que termine su carrera, pero también necesito encontrar a Martín. Me he tenido que dividir. ‘Te quiero’, le dije hace poco a mi hijo Juan Carlos, ‘pero entiéndeme no puedo dejar de buscar a tu hermano Martín’”.

Después de esta conversación pasaron dos días juntos. Juan Carlos la invitó al cine. Caminaron por las calles de Zumpango.

“En la calle me llevaba abrazada; Juan Carlos es muy cariñoso conmigo, pero estoy muy desesperada por no saber de Martín”, cuenta Joaquina de 55 años. Ella también es madre de Guadalupe, de 39 años; José Antonio, de 37; María de los Ángeles, de 35; Rosa Martha, de 32; Rocío del Carmen, de 30; Cecilia, de 28, y de Martín, quien hoy tendría 22 años.

“Mi hijo está vivo. Lo sé. No tengo que hablar de él en pasado”, dice. “Nuestros hijos no son ningunos delincuentes como alguna vez expresó el gobierno. Tenían que solventar gastos para el 2 de octubre, tenían que botear, y sí tenían que agarrar autobuses, pero lo ocupaban ese día y luego lo devolvían”, narra.

Argumenta que los muchachos tomaron un camión equivocado. “En nuestro camino pedimos una entrevista con el presidente Peña Nieto. Nos atendió, pero lo sentí falso. Esa gente no tiene ni sentimiento, ni corazón hacia la gente pobre. Jamás hemos tenido respuestas claras, ¡y luego las verdades históricas!, que a nuestros hijos lo tiraron al río, que habían sido quemados, todo eso nos dolió mucho. Es un dolor que no podemos superar. ¿Cómo vamos a superarlo si no sabemos nada? Luego el gobierno nos dice que quieren reparar el daño, ¿cómo van a reparar el daño si jamás nos han dado nada, puras mentiras y pura crueldad?”, pregunta.

Las pertenencias de Martín aún están en su casa; pero su mochila permanece en la normal. Su madre no ha querido llevarse nada. “Pensé que los muchachos iban a aparecer en ocho días, al principio sólo pensábamos que estaban encarcelados, pero ya son dos años. El gobierno apuesta porque nos cansemos. Y si nuestros hijos están muertos, pues aunque sea así: ‘¡Muertos los queremos!’. Han inventado lo del basurero. En ese basurero, nunca existió ningún fuego. Vino [José] Torero, el mejor experto en incendios y lo confirmó. El gobierno sabe dónde están los chamacos; han sido muchas mentiras, han sido infames. Sólo los expertos argentinos nos han dejado las cosas en claro.

“Al principio me ofrecían una beca para los estudios de Juan Carlos, un trabajador de la procuraduría de Iguala también me ofrecía un permiso para auto y dinero, pero yo quiero a mi hijo. O dígame: ‘¿Usted aceptaría 1 millón de pesos por su hijo?’”.

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