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Cristóbal Miguel García Jaimes tiene 20 años de edad y muchas ganas de cambiar el mundo. El estudiante de Física, originario del municipio de San Miguel Totolapan, Guerrero, pretende arrancar de las manos del narcotráfico a niños y adolescentes.

A través de la fundación Ciencia Sin Fronteras (que él mismo inició en 2014), su meta es que la educación y la programación de software sean las opciones para salir de la pobreza de los 35 niños y adolescentes con quienes trabaja, en vez de que la única respuesta para ellos sea integrarse a las filas del crimen organizado.

El alumno de la licenciatura de Física en la UNAM aplica sus conocimientos como una filosofía de vida, y explicó a EL UNIVERSAL: “En Física y Matemáticas, vemos que la diferencia entre un número negativo y uno positivo es la distancia en una recta. Si le quitas uno al mal y se lo agregas al bien, no estás ganando nada más a un cuate: por cada joven que continúa estudiando hay un soldado menos para el narcotráfico y la violencia, y un aliado más para la paz en el mundo y el desarrollo de la nación. Es una doble ganancia”, luego de participar en la reunión por el Día Internacional de la Paz en la ONU.

Uno de los proyectos de Ciencia sin Fronteras es PP-Cyber, el cual recolecta computadoras viejas, descompuestas y en desuso de empresas y particulares, las repara y actualiza para que se puedan volver a utilizar.

El objetivo es formar centros comunitarios en localidades marginadas del estado de Guerrero, donde niños desde los ocho años aprenden a programar para diseñar software y hardware que puedan patentar y vender a la industria.

Su primer centro opera en la ranchería de Oaxaquillas, a dos horas de Acapulco. Produjo una playera para ciclistas que tiene sensores, acelerómetros y un juego de luces led. El objetivo es que la playera indique la velocidad, trayecto o ruta de los ciclistas para que les sea más seguro pedalear en las calles. Totalmente patentable.

“En Oaxaquillas los chavos están desarrollando playeras para ciclistas que funcionan como una intermitente para tener siempre las manos en el volante. Tal vez ellos nunca manejen una bicicleta que cueste más de mil pesos, pero están utilizando su imaginación y crearon un proyecto que puede ser patentable. Lo fantástico es que los chavos tienen 14 años, viven en una comunidad muy alejada de Guerrero y están programando en una computadora de 1995”.

García Jaimes nació y se crió en el municipio de San Miguel Totolapan, uno de los principales productores de marihuana de Guerrero y donde siete de cada 10 de sus habitantes viven en pobreza, justo en el corazón de Tierra Caliente. Ahí, reconoce con dolor, el narcotráfico se ha convertido en una de las pocas opciones que tienen los jóvenes para salir de la pobreza.

“Hay chavos de la fundación que fueron invitados por el propio narcotráfico para ser cocineros, trabajar para ellos; para ellos la opción era seguir en la carrera y aguantarse el hambre o trabajar en cosas ilícitas. Hoy, con el apoyo de la fundación y de las personas terminaron la carrera”.

En su caso, fueron la ciencia, su amor por la escuela y la confianza que le dio su mamá, Sofía Jaimes Mojica, quien sola crió a tres hijos y falleció por insuficiencia renal crónica hace 15 días, los que le dieron el impulso para salir de su pueblo y venir a estudiar a la Ciudad de México. A los 15 años presentó su examen de admisión y quedó en el plantel 6 Antonio Caso de la Escuela Nacional Preparatoria de la UNAM.

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