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En julio de 2013, María Antonia López, de 43 años, murió una hora después de dar a la luz a su quinto hijo. La campesina no supo qué pasó con el niño, ni con Magdaleno, Elizaña, Armín y Guadalupe, quienes después de la inhumación del cuerpo en el panteón de la localidad quedaron al cuidado de la abuela Josefina López Gómez, de 65 años.

El embarazo de María Antonia transcurrió con normalidad hasta que a finales de julio fue trasladada a la clínica de la cabecera municipal de Maravilla Tenejapa, donde nació el niño, pero una complicación le quitó la vida a la mujer.

Los médicos trasladaron de urgencia al bebé al Hospital del Niño y La Madre, en Comitán, donde perdió la vida en noviembre de ese año, cuatro meses después de permanecer en cuidados intensivos.

Josefina López tuvo que acoger en su casa a Magdaleno, Elizaña, Armín y Guadalupe, de 12, 10, ocho y seis años; pronto se dio cuenta de que los frijoles y las tortillas no le alcanzaban para la manutención de los niños, por lo que algunos conocidos que supieron lo que ocurría le regalaron algunas aves de corral.

La vida de los niños parecía complicarse, porque Elizaña presentó  dolores abdominales. En el hospital, un médico especialista le dijo: “Tiene el corazón de un adulto”, explica la abuela.

Un apoyo mensual. En Plan Río Azul, Josefina conoció a Guadalupe López López, con quien procreó seis hijos, y levantaron una casita de caña y lámina a unos 70 metros de la ribera del afluente.

Medio siglo después, en esta misma vivienda debía cuidar de sus cuatro nietos que quedaron en la orfandad. Un mes después del fallecimiento de María Antonia, Josefina vio movimiento en la comunidad. Eran funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) que llegaron para dar seguimiento a los proyectos que aplican en la región, y uno de ellos hablaba a los campesinos del programa Seguro de Vida para Jefas de Familia.

En Chiapas, este beneficio, que protege a hijos huérfanos hasta antes de los 24 años, lo recibieron los nietos de Josefina. Fue la primera familia en México que obtenía ese beneficio.

La Sedesol apoyó a la abuela y a su nieta Elizaña para que se trasladaran a Monterrey, Nuevo Léon, donde el presidente Enrique Peña Nieto les entregó un cheque por 14 mil 800 pesos, por cuatro meses, que iba del 1 de marzo, al inicio el programa, hasta julio, cuando falleció María Antonia.

Desde entonces la señora Josefina recibe 3 mil 700 pesos mensuales, pero tiene que viajar más de 250 kilómetros, hasta el municipio de Comitán de Domínguez, para cobrar el recurso económico.

Los funcionarios de la Sedesol, al ver la precariedad en que vivían la mujer y los niños, le ayudaron a construir una casa de block de cemento; ella dice que sin la ayuda del programa no le alcanzaría el dinero para mantener a sus nietos, mucho menos para comprarles ropa y zapatos. “Aquí estuvieran conmigo, pero con sus ropitas todas rotas”, dice.

En junio próximo, Magdaleno se inscribirá en la telesecundaria de Amatitlán, a siete kilómetros de distancia de su hogar, pero tendrá que pagar transporte para poder ir y regresar todos los días a la escuela a partir del mes de agosto.

En Plan Río Azul llueve y Josefina llama a sus hijos-nietos en torno al fogón de una cocina cubierta sólo en tres de sus lados con tablas.

La olla está a la mitad de frijoles. “Vos Elizaña, vení ya a comer”, suplica la abuela.

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