Tener una creencia diferente a la católica no significa aislamiento, asegura Shirley Becerril; sin embargo, su marido y ella son claros con sus hijos al explicarles, por ejemplo, que la Navidad para ese credo significa el nacimiento de Jesús, pero ellos no lo creen así. No obstante, su religión no les impide convivir y recibir regalos en esa fecha.

Así explica cómo adaptan sus creencias. Prueba de ello es su hijo Omar, quien tiene ocho años y estudia el tercer grado de educación primaria en la Ciudad de México. Le gustan los superhéroes, los videojuegos, el cine, la lucha libre y los tacos. El Día del Niño lo celebró disfrazándose del personaje de Marvel Comics Deadpool. Es un niño como cualquiera, pero es parte de una minoría religiosa en México: el islam.

La señora Becerril señala que su esposo les ha aclarado que su fe “es una religión que te enseña a convivir con otras y respetarlas”. Agrega que “el islam no vino para hacer difícil tu vida”.

Omar domina el francés, que practica con su padre, y está aprendiendo inglés y árabe. Nació en Francia y cuenta con tres nacionalidades: egipcia, mexicana y francesa.

Al alza, musulmanes en el país

Según el estudio del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) La diversidad religiosa en México, del año 2000, la tasa de alfabetización entre los musulmanes es mayor que la media nacional, 97.7% son capaces de leer y escribir. El nivel de instrucción también es alto: 46% de los musulmanes mayores de 25 años poseen un título de nivel superior, un valor cinco veces por encima de la media nacional.

En el censo de 2000, el INEGI reportó mil 500 personas de creencia musulmana a nivel nacional. Una década después, el instituto reportó tres mil 760 creyentes musulmanes. Poco menos de la mitad cuentan con residencia en la CDMX y el Estado de México.

“Quisiera ser luchador o abogado”

La historia de Omar comenzó a principios del siglo XXI, cuando sus padres, Shirley Becerril y Kamal El Maksoud El Mesery se conocieron en Francia. Ella, chef mexicana que ganó una beca para estudiar repostería y él, contador egipcio con residencia en ese país.

Tras varios años de vivir en Europa, la familia El Mesery Becerril emigró a México hace tres. Omar y su hermano Karim, de cinco, ahora hacen su vida en la gran Tenochtitlán.

A sus ocho años, Omar pasó casi la mitad de su vida en Francia y lo que más le agradaba allá eran la escuela, “porque iba al gimnasio, y la Navidad, porque había mucha nieve”.

Aunque extraña su viejo colegio, la nostalgia se borra al contar las actividades que hay en el nuevo. “En mi escuela se organizan algunas fiestas, por ejemplo, la de Halloween a la que voy disfrazado, la del Día del Niño me voy a disfrazar de superhéroe, de Deadpool, aunque no he visto la película, porque es para más grandes”.

Sobre el futuro, Omar confiesa tener dos planes: “ser luchador, pero si no, me encantaría ser abogado, porque si una persona está en problemas me gustaría ayudarla, puesto que no se le puede dejar sola”.

El Centro de la Comunidad Musulmana, A.C., está divido en tres pisos. Los niños toman clases en la planta alta. Para subir, es necesario quitarse el calzado, el piso está cubierto por una alfombra donde los creyentes se inclinan para realizar sus rezos.

La primera clase corresponde al árabe, en voz alta los niños repasan las letras del alfabeto.

Después de la primera hora, toman un descanso. En la segunda clase, los niños estudian el Corán. A una voz recitan algunos versos. Parece un canto. Tímidos, niñas y niños pasan y muestran lo aprendido la clase pasada.

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