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El frío de dos grados centígrados de la madrugada no minó el fervor. Los fieles que accederían al predio El Caracol para presenciar la misa del papa Francisco, así como aquellos que buscaban un lugar privilegiado en las vallas —en las que un millón de personas se congregaron— en algunos casos aguardaron por más de 15 horas para verlo sólo un momento.

Ante las bajas temperaturas durante la madrugada, los fieles se acostaron sobre la avenida en cartones, cubiertos con chamarras, gorros y cobertores que llevaron. Aquellos que no llevaban más que una chamarra o un suéter para abrigarse, optaron por encender fogatas con vasos de unicel o plásticos; también tenían la opción de comprar un impermeable por 30 pesos, o una especie de manta de papel aluminio por 25 pesos.

Los más entusiastas prefirieron pararse a bailar para ahuyentar el frío, aunque alrededor de las cuatro de la mañana, cuando la neblina comenzó a espesarse y el frío arreció, los voluntarios de las vallas invitaron a los fieles a levantarse para no entumirse, motivándolos a echar porras como: “Francisco hermano ya eres mexicano”.

En algunas calles, los habitantes obsequiaron café y pan a las personas que dormitaron en los alrededores o que poco a poco fueron llegando durante la madrugada; habitantes del fraccionamiento Las Américas aprovecharon la ocasión para vender café, atole, antojitos mexicanos y cobrar cinco pesos por permitir el uso del sanitario.

Las horas transcurrieron y conforme salió el sol, los fieles despertaron colocándose en sus lugares para formar la valla. A quienes estaban en el predio les repartieron un kit para recibir al Pontífice con un póster y banderines de México y el Vaticano.

También hubo gorras, playeras, palomas de cartón con el rostro del líder religioso que repartieron las autoridades mexiquenses, sin que faltara el clásico paquete con un jugo y un emparedado.

El gobierno habilitó también tres carpas para que más de dos mil personas presenciaran la misa del papa Francisco en la colonia, pero quedaron vacías ante la falta de asistentes. Los lugares que las autoridades reservaron para familiares de funcionarios, así como para representantes de la Iglesia y la sociedad de la entidad, lucieron vacíos.

En los accesos privados se montaron sillas, pantallas, así como mesas con servicio de alimentos, como galletas, agua, fruta, jugo, palanquetas, alegrías y pan. Otro de los lugares, incluso contaba con servicio de meseros, quienes ofrecían chilaquiles con pollo y frijoles, así como refrescos.

A un costado de una de las carpas se montó una bodega para guardar los víveres y alimentos que se esperaba repartir a los feligreses.

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