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Con voz cansada pero sin perder la alegría por ver a los feligreses, el papa Francisco respondió a las familias que se dieron cita en la sede de la Nunciatura bajo el coro: “Papa Francisco, asómate un poquito”. “Una bendición para decir adiós”. “Queremos que el Papa nos de la bendición”.

Con micrófono en mano, el Pontífice se dirigió a los feligreses, y como es su costumbre, fue en contra de las medidas de seguridad para acercarse y bendecir a quienes lo vitoreaban. Les pidió pensar en los problemas de sus amigos y de desconocidos que pasan por un momento difícil en sus vidas.

Antes bromeó al decir que la Virgen María no es suegra, es buena. “Ella puede meter su mano y su corazón en los problemas que todos tenemos”. El Papa también pidió que no se olvidaran de rezar por él.

“Ayer vine y no lo pude ver, hoy me llena el corazón de alegría por escucharlo aunque sea de lejos”, dijo una de las asistentes.

Niños, jóvenes y adultos mayores soportaron el frío con tal de ver al jefe del Estado Vaticano. “Llegué a las cinco de la mañana, vengo de Iztapalapa y no me iba a ir de aquí hasta que saliera a darme la bendición”, dijo otro creyente.

Las personas que se ubicaron en la esquina de Insurgentes y la calle Juan Pablo II lamentaron no escuchar las palabras del Papa y optaron por cantar el cielito lindo. “Cantaremos y alabaremos a Dios mientras este el Papa, lo esperamos con emoción”, comentaron las misioneras de la Santísima Trinidad.

A un costado, doña Aurelia Olalde, de 70 años, lamenta que el medir metro y medio de estatura le ha impedido ver en persona a los papas que han visitado el país. Ayer, al esperar a Francisco, le volvió a ocurrir lo mismo que cuando intentó ver a Juan Pablo II, “estoy bien chaparrita y pues eso no ayuda mucho”, y no pudo ver al argentino.

Con información de Johana Robles

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