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“¡Bendición! ¡Bendición! ¡Queremos bendición!”

Es la voz a coro en el Hangar Presidencial de los fieles, religiosas e invitados especiales, que han esperado alrededor de cuatro horas la llegada del papa Francisco.

A los 15 minutos de haber bajado del avión, Jorge Mario Bergoglio, el Pontífice 266 de la historia católica, el primer latinoamericano de la lista, rompe el orden preestablecido y se dirige a las gradas.

Su Santidad alza el brazo derecho y la gente se apasiona, se entrega a su líder religioso por la bendición impartida, y así avanza en la plataforma del Hangar Presidencial seguido por su anfitrión, el jefe del Estado mexicano, Enrique Peña Nieto y su esposa, la señora Angélica Rivera.

“¡Bendición! ¡Bendición!”, es el pedimento de esa multitud acomodada en las gradas que se extienden en la plataforma en la cual se ha estacionado el avión que lo ha traído de Roma. Satisfecha la gente desata los primeros minutos de fervor.

“¡Francisco, hermano, ya eres mexicano!”, corean.

“¡Eeesta eees la juventud del Papa!”, exclaman,

“¡Se ve, se siente, el Papa está presente!”, expresan airadamente

Acá no hay himnos nacionales, ni 21 salvas de honor por la investidura papal como Jefe del Estado Vaticano. Aquí es el primer contacto con su grey que se expresa animosa ante esa figura familiar, en hábito blanco y sencillo. La única joya que luce es el anillo papal.

El presidente Enrique Peña Nieto sigue al Pontífice. Intercambian comentarios. De hecho, desde que se han saludado al pie de la escalerilla del avión, ha sido continua su charla, en la que ha participado la primera dama Angélica Rivera.

Mira el Papa las gradas de periodistas. Las poderosas lentes apuntan hacia el jefe de la Iglesia católica, quien se acerca un poco más para ser escuchado cuando le dice a los fotógrafos, camarógrafos y reporteros: “Muchas gracias”. E imparte la bendición. Y sigue.

En las gradas hay funcionarios e invitados especiales, como Porfirio Muñoz Ledo.

El Mariachi Gama Mil, que ha interpretado acordes del Son de la Negra, como música para los oídos del Pontífice, pieza simbólica de la mexicanidad que baila el Ballet Folclórico de México. El líder de los mariachis ofrece su sombrero al son-
riente obispo de Roma.

“¡Que se lo ponga! ¡Que se lo ponga!”, es el coro que suscita la escena. Sonríe. Y se lo coloca.

Antes de hacer añicos el protocolo, Francisco recibe tierra mexicana que le llevaron en un cofre niños de Oaxaca, Puebla, Veracruz y Jalisco, vestidos con trajes regionales.

El papa Francisco escucha la canción que le han compuesto por esta visita, tomado del brazo por la primera dama se encamina hacia los intérpretes, desde Lucero, Diego Verdaguer, Cristian Castro, una veintena de estrellas del espectáculo, que se toman fotos con Su Santidad.

“Ha sido un inicio fantástico”, dirá más noche el vocero del Vaticano, Federico Lombardi. Así empieza la séptima visita papal.

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