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Un reloj Cartier de 434 mil pesos a 12 meses sin intereses, una pluma Mont Blanc de 65 mil 300 pesos en cómodas mensualidades o unos lentes de sol Prada de 25 mil 823 pesos menos descuento, son promociones que a la gente más acaudalada no le interesan. Eso nos confiesa un demostrador del recién remodelado El Palacio de Hierro Polanco.

Aquí un hombre ofrece vasos de café a los visitantes de la tienda y cuando entras a las boutiques demostradores con botellas de agua en charolas hacen lo mismo. La iniciativa de El Buen Fin también llegó para las marcas de lujo, aunque de una manera discreta, con diminutos letreros que parecen no importarle a la elegante clientela.

Vigilancia. Frente a la entrada principal de El Palacio, un Mercedes-Benz hace fila detrás de un Audi para permitir la bajada de sus pasajeros, mientras decenas de vehículos ingresan y salen del estacionamiento. Sobre la calle de Horacio, una patrulla se encuentra estacionada de manera fija.

Es notoria la presencia de elementos de la Policía Bancaria en los pasillos de la plaza. Los equipos de radio de los guardias de seguridad privada, ataviados de trajes negros, resuenan y hacen perceptible la alta vigilancia en esta tienda departamental, insignia de la marca.

Cuatro hombres de traje y corbata negra, camisa blanca, de más de 1.70 de estatura, todos rubios, algunos con barba bien recortada, ojos claros y con una iPad en la mano reciben a los consumidores que entran a la tienda. “¿Ya cuenta con su tarjeta Palacio?”, dicen a todo aquel que pasa por la puerta principal.

En el resto de la tienda es común encontrar también a mujeres que ofrecen la tarjeta. Su perfil: piel clara, cabello castaño e igual que los hombres algunas tienen acento de extranjeras.

La plaza consta de cuatro pisos, cada uno cuenta con características de barrios de la ciudad de México representados con lámparas o imágenes decorativas; por ejemplo, la planta baja imita las calles de Paseo de la Reforma y la Alameda. El primer piso trata de Lomas de Chapultepec y Polanco, Roma-Condesa se despliega en el segundo, y Jardines del Pedregal en el tercero.

El Palacio de Hierro es una subsidiaria de Grupo Bal, el conglomerado empresarial que pertenece al tercer hombre más rico de México, Alberto Baillères. El pasado 6 de noviembre, esta tienda departamental fue reabierta después de 10 meses de una remodelación que costó aproximadamente 300 millones de dólares.

Los precios. Con relucientes anuncios, vitrinas impecables y un despliegue de ropa, perfumería, relojería, electrónica, lentes, bolsas de mano y otros productos, emergen Dior, Prada, Gucci, Hermès, Salvatore Ferragamo, Louis Vuitton, Tiffany & Co, Fendi y Bottega Veneta. La oferta del nuevo Palacio consta de 500 marcas nacionales e internacionales.

Dentro de la tienda destaca la boutique de Carolina Herrera, El Salón de Alta Relojería con marcas como Cartier, Breitling, Jaeger-LeCoultre, Girard Perregaux, entre otros.

Un chaleco de la marca Corneliani tiene etiqueta de 12 mil 600 pesos, dos pares de zapatillas de Jimmy Choo cuestan 14 mil y 21 mil pesos, respectivamente, todos con promociones de meses sin intereses.

En un aparador cuelga un saco Hugo Boss, de 13 mil pesos, otro de la marca Polo tiene etiqueta de 15 mil 790 pesos. Una chamarra de piel de la marca Pal Zileri está en 24 mil 990 pesos, unos lentes Prada, con 20% de descuento, cuestan 25 mil 823 pesos.

¿Quién compra estos productos? Una mujer camina con cuatro bolsas amarillas repletas, así como decenas de otras mujeres, hombres, jóvenes y adultos mayores hacen lo mismo.

Aquí la desaceleración económica es un mito. El Buen Fin parece ir más allá de las ofertas. Aquí la perspectiva sobre el salario mínimo se olvida, no existe, no puede existir. Para comprar una chamarra de 24 mil pesos un trabajador de salario mínimo tendría que laborar casi un año sin comer ni gastar. Para comprar un reloj Cartier de 434 mil pesos, él mismo debería trabajar aproximadamente 16 años sin parar.

Frente a esta escena, cualquiera dudaría que en México hay 55.3 millones de personas en pobreza, casi la mitad de la población, y que esta cifra aumentó en 2 millones en los últimos años. De la misma manera creció el mercado de lujo y sus perspectivas son positivas.

Electrónicos atractivos. En el recorrido por El Palacio de Hierro durante el primer día de El Buen Fin —un programa empresarial que busca estimular el consumo con ofertas y promociones—, cientos de clientes se dispersan en los pasillos para apreciar la mercancía colocada en aparadores y boutiques.

El furor por las compras se disimula, las decenas de bolsas amarillas lo delatan.

La zona de electrónica tiene uno de los mayores flujos de personas, en medio de este departamento se observa una esfera brillante de cerca de un metro de diámetro.

Aquí predomina el lujo. Para aquellos clientes que compran de contado, El Buen Fin se extiende todo el año.

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