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Para Guadalupe Conde Dorado ese día de septiembre comenzaba de manera normal. Como era costumbre desde hacía cuatro años, tomaba la ruta 100 para dirigirse a su trabajo de costura en la avenida San Fray Servando.

De pronto, un fuerte movimiento al camión hizo que todos los pasajeros se bajaran. “Yo vi cómo el piso se abrió, fue algo apocalíptico, nunca podré olvidar cómo la gente comenzó a gritar y a correr”, recuerda la escena que la acompaña permanentemente.

“No sabíamos qué consecuencias había traído el temblor, comencé a caminar rumbo a mi trabajo. En el camino una persona pasó llorando y dijo que se habían caído edificios. Entonces me preocupé. La policía ya no me dejó pasar para ir al taller donde trabajaba, pero pude ver que no se cayó. Como nos dijeron que la zona estaba cerrada y no pasaría, me fui a San Antonio, donde tenía muchas amigas.

“Ahí estaba todo horrible, nunca había visto algo parecido. Muchos edificios donde había trabajo se cayeron y ahí conocía a muchas empleadas.”

Menciona que de forma automática, como si un espíritu de hermandad las uniera, las trabajadoras de la costura que habían sobrevivido comenzaron a reunirse y pedir ayuda por quienes podían estar vivos. Las lágrimas llegan cuando se le pregunta sobre sus compañeras, sepultadas entre los escombros.

“Era una cosa trágica”, afirma con voz quebrada. “Se escuchaban lamentos, pequeños gritos. Sabíamos que había muchas compañeras ahí en los escombros. Al principio, entre nosotras tratamos de sacarlas, junto con los vecinos, pero llegó la policía y nos impidió hacer alguna maniobra”.

Guadalupe comenta, aún con indignación, que lo primero que hicieron los patrones fue tratar de sacar las máquinas y los rollos de tela, antes que a sus empleadas.

“Lo que ellos querían y por lo que se preocupaban era por lo que decían que les pertenecía: las máquinas de coser y la tela”.

Debido a que al momento del sismo ya era horario laboral en la zona, decenas de ellas murieron. “Había una fila de ataúdes cerca del Metro, pero no sacaron rápido a todas las compañeras. Al gobierno no le importó. Todavía pasado el Día de Muertos, el 2 de noviembre de ese año, siguieron sacando cuerpos”.

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