Bajo una intensa tormenta entra a la fosa el ataúd con los restos del periodista, que lo fue desde los 17 años y hasta los últimos días de su vida, acompañado por su familia y amigos bañados en lluvia, mientras los truenos de verano se suceden uno tras otro, mezclados con un doliente cántico hebreo y el correr ruidoso del agua sobre paraguas y lápidas del Panteón Israelita.

Su esposa Sarita recibe palabras de afecto. A su lado, su hijo Abraham, y entre tumbas y árboles, la familia toda, hermanos y nietos; la red familiar abarca bisnietos que deja este hombre que tuvo como cuna una caja de jabón, y llevó su oficio a las alturas, y se fue con una envidia, “de la buena”, decía: Haber sembrado alguna semilla de la que hubiera crecido un árbol que diera sombra, frutos y bienestar.

Al pie de la tumba, la primera dama, Angélica Rivera expresa las condolencias del presidente Enrique Peña Nieto (en gira de trabajo en Perú) y suyas también a Sarita. La lluvia ha mojado las ropas de ambas. El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, las cubre con un paraguas. Silvia Lemus, viuda de Carlos Fuentes, escurre agua cuando abraza a la mamá de la familia que mira con cariño a sus interlocutores. Y sonríe a todos.

La tormenta arrecia. Están en el centro de la gente que espera abrazar a la esposa de Zabludovsky. Los paraguas chocan. Ahí está el senador Emilio Gamboa Patrón, el vocero presidencial Eduardo Sánchez.

Sopla fuerte el viento. Ha muerto Jacobo Zabludovsky, el narrador de la radio incipiente, el periodista que decía: “Cuando llegó la televisión, yo ya estaba ahí”, y modeló los noticiarios “a cuadro”, y forjó una época, y luego, en el presente, “en el sol de invierno”, como llamaba a su edad pasada de ocho décadas, informaba en radio, transmitía en la cadena ESPN y comentaba en la columna Bucareli, de EL UNIVERSAL, en impreso e internet.

Amanece la ciudad de México con la noticia de su muerte. Una palabra enlaza a la televisión, radio, portales de internet: “Zabludovsky”. Fuera del panteón llegan unidades móviles de Televisa, TV Azteca y decenas de motocicletas de reporteros, camarógrafos y fotógrafos que pelean por estar en el mejor lugar. Es la nueva generación de colegas del periodista.

El Presidente Ejecutivo y del Consejo de Administración de EL UNIVERSAL, Licenciado Juan Francisco Ealy Ortiz; su esposa, doña Perla Díaz Tejeda de Ealy Ortiz, y el ex rector de la UNAM Juan Ramón de la Fuente acompañan a la familia Zabludovsky en el sencillo acto fúnebre.

“He perdido a un gran amigo”, expresa Ealy Ortiz. “Me honró con su amistad por más de 45 años. Lo considero el decano de mis amigos”.

El rabino Sergio Slomiansky dice que Zabludovsky, en palabras de la gente sencilla que lo conoció, “fue muy, muy bueno”. Y lo pinta de cuerpo entero: “Ayer, en el hospital me dijo: ‘rabino, me quiero parar (a saludarlo), pero no puedo’”.

Escuchan el relato del rabino Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa, su esposa Sharon Fastlicht; Miguel Alemán y su esposa, Cristian Magnani, Joaquín López-Dóriga, Francisco Aguirre, presidente de Radio Centro. Porfirio Muñoz Ledo y Heriberto Murrieta.

El ataúd pasa la puerta angosta del panteón, y en ese vehículo Jacobo Zabludovsky entra a la historia del periodismo y del poder en México, un espacio que forjó con una convicción, de muchas más: “No traiciono una amistad por una noticia”.

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