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Tuvieron que pasar 106 días para que Joaquín El Chapo Guzmán volviera a hablar. Desde que se declarara “no culpable” de 17 delitos, un día después de su extradición, su voz desapareció.

Ayer, durante una nueva vista preparatoria de un juicio, que se estableció será el 16 de abril de 2018, Guzmán susurró: “Sí, señor”, al responder a una pregunta del juez Brian M. Cogan. Usó esa fórmula hasta siete veces, todas para afirmar preguntas del juez sobre su conformidad con los abogados de oficio que le representan. Una mujer de pelo cano y voz potente traducía al inglés.

Hasta ese momento, El Chapo sólo había hablado con los ojos. En un viernes gélido de febrero, en la primera vista preparatoria de su futuro juicio, su mirada estaba perdida. Entonces, todavía novato en su nueva realidad —la reclusión en EU—, sus músculos sólo se movieron cuando descubrió, entre la multitud que abarrotó la sala número 8D de la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York a Emma Coronel, su esposa, con un pañuelo amarillo al cuello. Un atisbo de sonrisa fue el único gesto.

Ayer El Chapo salió por segunda vez de su confinamiento en solitario en el Metropolitan Correctional Center, con dirección al juzgado.

Al entrar a la sala (pelo corto y cara rasurada, vestido de azul oscuro y con las manos a la espalda), lo primero que hizo fue buscar caras conocidas. Y, como la vez anterior, encontró en la segunda fila de bancos a Coronel, esta vez ataviada con chaqueta blanca, como para que la pudieran reconocer de inmediato ante tanto traje oscuro. A su lado dos de las abogadas mexicanas, Cynthia Castillo y Silvia Delgado, fieles lugartenientes de Guzmán Loera y de su mujer.

Guzmán hizo de nueva cuenta un atisbo de sonrisa al verla. Coronel se tocó el pelo, arreglándose para que ninguno quedara fuera de su sitio. No dejó de tocarlo durante toda la vista judicial, los mechones los colocaba detrás de la oreja; tampoco dejó de mirar un instante a su marido, a quien sólo puede ver rodeado de abogados, jueces, agentes de seguridad, prensa y curiosos sobre su devenir judicial.

Desde ayer, puede recibir cartas previamente escrutadas por diversas agencias federales estadounidenses.

El Chapo volvió a hablar tras 106 días desde su extradición. A ratos miraba al público, los ojos enanos y la mirada fija al infinito. Una treintena de veces se giró a ver a su esposa y acompañantes, sin casi inmutarse ni cambiar el gesto en su rostro.

Respondió 13 preguntas del juez, todas con frases cortas y casi sin dejar salir la voz, celoso o temeroso de una voz que renacía.

Sentada detrás de él, sólo la traductora era capaz de oírle con claridad.

Cuando el juez Cogan dio por terminada la audiencia tras 49 minutos El Chapo se levantó y miró a la mujer de 27 años con chaqueta blanca y pelo lacio negro. Arqueó las cejas, única forma de saludo posible. Un gesto de despedida mínimo, como un susurro: ella le devolvió el saludo con una sonrisa tímida, como diciendo “hasta pronto”. Hasta que se vuelvan a cruzar miradas en la misma sala de un juzgado de Brooklyn dentro de 90 días.

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