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“Imagínate cómo me siento, el que me robó sabe quién soy, dónde trabajo, y que lo denuncié. Voy a tener que cerrar mi negocio y empezar de la nada otra vez”, dice Antonio.

Para él la violencia en Juárez era algo superado hace algunos años, veía cómo sus ventas aumentaban y anticipaba que vendrían buenos tiempos. No había extorsiones, así que sus ganancias eran para su familia.

En una céntrica plaza arrancó hace un par de años un local de venta de aparatos celulares, en el cual aparte se hacen reparaciones y se comercializan accesorios. Su vida tomó una estabilidad que había añorado. “Si le echas ganas y abres temprano, das un buen servicio, ofreces precios justos te ganas a la gente. Yo vivía bien”, recuerda.

Hace unas semanas todo cambió: un par de adolescentes irrumpieron en el sitio y con pistola en mano asaltaron a los presentes. Los dos jóvenes apenas tendrían 20 años, pero en cuestión de minutos se llevaron aparatos, tarjetas precargadas, fundas, todo lo que pudieron, “llamamos a la policía y llegaron muy rápido, pero no los localizaron”.

Entre lo robado, los delincuentes se llevaron el celular de Toño, el cual tenía una aplicación para ubicarlos mediante GPS, “cometieron el error de no apagarlo, entonces pude saber exactamente en dónde estaban escondidos”.

Al día siguiente fue a la casa desde que se emitía la señal del aparato, esperó por horas hasta que vio salir a uno de los asaltantes, “lo quise agarrar a golpes, tenía mucho coraje, pero me aguante y fui a dar parte a la Fiscalía”. Tras la denuncia los dos asaltantes y dos de sus cómplices fueron finalmente detenidos. “No recuperé todo [la mercancía], pero al menos me sentía tranquilo porque estaban detenidos. Pero a las dos semanas me enteré que estaban libres, fui a preguntar y me dijeron que como el delito no era grave enfrentarían el proceso sin ir a la cárcel”, dice.

“Para mí no hay protección, ellos pueden venir a matarme, saben todo de mí. Fui a pedir que me cuidara un agente, y dicen que no, porque no hay una amenaza en mi contra. Necesito que me maten primero para que la Fiscalía me pueda cuidar”, lamenta Toño, quien asegura que abandonará su negocio, al menos cerrará en su ubicación actual, para él todo el trabajo de dos años se fue por la violencia y la impunidad.

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