Cuando se habla de las consecuencias de la cárcel, un punto de partida para abordarlo es viendo a quienes en su mayoría se encuentran en situación de reclusión y tienen un perfil socioeconómico que se caracteriza por una precaria educación, apenas cuentan con la secundaria y antes de entrar a la cárcel, en general, tenían un trabajo que también era precario.

Si se observan las estadísticas de la población carcelaria, la mayor proporción de quienes están internos por delitos menores lo están por el robo y, en su mayoría, robos menores a 5 mil pesos; delitos que podemos llamar de subsistencia, por la ausencia de un Estado de bienestar y las consecuencias de políticas neoliberales que han provocado una enorme desigualdad social.

En innumerables investigaciones se ha demostrado que no es la pobreza la que por sí misma genera mayores delitos, sino que es la desigualdad social lo que provoca mayor violencia, incluso homicidios. Un hecho contundente, reconocido por el Fondo Monetario Internacional, es la brutal desigualdad social que ha provocado la globalización.

En México hay poca investigación respecto a las consecuencias del encarcelamiento y la efectividad del mismo para evitar la reincidencia. En estudios realizados en otros países han llegado a la conclusión de que no existe una relación directa entre la disminución de la delincuencia y el encarcelamiento masivo.

En nuestro país, a partir de las entrevistas que he realizado con ex presos por la investigación que estoy desarrollando, me han relatado que a quienes les va muy mal dentro de la cárcel, son los que no tienen dinero y por esa razón son golpeados, abusados y tienen que trabajar para otros y son explotados, en su mayoría no tienen visitas, son los que no quieren regresar por ninguna circunstancia a la cárcel.

Pero a los que ya tenían dinero antes de la cárcel o ganan mucho dinero dentro de la cárcel, la experiencia no es tan traumática, la forma más común de ganar dinero desde adentro es mediante las extorsiones telefónicas y por la venta de droga, alcohol, armas y prostitución, todo esto como consecuencia de la enorme corrupción que hay dentro de los centros penitenciarios en México. Esto tipo de delitos les permiten ganar más dinero dentro de la cárcel.

Las cárceles en México son un reflejo de lo que pasa afuera, si tienes dinero vives en mejores condiciones y tienes poder, si no tienes dinero vives en peores condiciones y eres susceptible de ser explotado. Por lo tanto, la cárcel no es una institución que ayude a la reinserción social y evitar la reincidencia.

No se puede afirmar que si la gente entra a la cárcel por un delito menor aprenda a ser secuestrador. No hay estadísticas ni datos suficientes que se sepan públicamente sobre la actividad delictiva de las personas que salieron de la cárcel. Con eso se puede estigmatizar a la gente porque lamentablemente el sistema penitenciario no hace un trabajo de investigación, de seguimiento. Lo dramático en México es que no hay datos de ningún tipo sobre los efectos o consecuencias del encarcelamiento.

En la Ciudad de México está el único Instituto de Reinserción Social en el país en donde se les da capacitación, terapia, tienen derecho a cobrar el seguro de desempleo, de 2 mil pesos durante seis meses y también hay organizaciones sociales que les ayudan y los apoyan para conseguir un empleo, pero eso no suficiente.

Otro factor que complica la reinserción social son las trabas que el mismo sistema les impone para conseguir un empleo formal, esto es la petición de los antecedentes no penales, lo que les limita encontrar un trabajo dentro de la legalidad o dentro del sector formal. Además de que en el caso de quienes salen en el régimen de la preliberación, esto es unos años antes de terminar su condena, siguen controlados por el sistema penitenciario porque tienen que ir a firmar una vez a la semana, y porque además no les devuelven su credencial de elector hasta que cumplan su condena, aun estando en la cárcel; esto les limita las posibilidades de conseguir un trabajo formal dentro de la economía.

Una consecuencia más de todo esto, aunado a la precaria situación laboral en el país, los empleos a los que pueden acceder les ofrecen unos salarios muy bajos bajísimos y con eso no pueden mantener a sus familias y es ahí donde se abren las posibilidades de que continúe en sus actividades ilícitas para poder sostenerse.

Lo lamentable es que existen muy pocos estudios sobre las zonas en las que mayoritariamente residen las personas que cometieron delitos o que son encarceladas.

En países en donde claramente se tienen detectadas esas zonas de delincuencia y que son de las que provienen las personas, en su mayoría encarceladas sí se ha detectado que hay una influencia cultural que se exporta desde la cárcel. Incluso en países en donde la mayoría de esas comunidades son encarceladas, como es el caso de los afroamericanos en Estados Unidos, con un bajo nivel socioeconómico el encarcelamiento se vuelve parte de su vida, por lo que haber estado en la cárcel deja de ser motivo de estigmatización, se vuelve algo común. En ese sentido la cárcel deja de tener peso para inhibir las actividades delictivas.

Los robos a casa habitación, asalto en la calle, de vehículos, venta de drogas al menudeo, a fin de cuentas delitos de subsistencia, se vuelven en un “trabajo alternativo” frente a la escasez de empleo para las personas de baja calificación profesional, muchos de ellos pueden hacer un trabajo legal y alternarlo con su participación en algunos de estos delitos.

Investigadora del Inacipe

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