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Los jóvenes que se involucran en las pandillas en Monterrey viven en barrios de escasos recursos donde conviven y disputan el territorio con otros jóvenes.

Héctor Eduardo Esparza Velazquez, de 22 años, acudió anoche a la firma del convenio de paz entre 17 de las 100 pandillas que acordaron poner un alto a la violencia. Está preocupado por que esta por nacer su tercer hijo, vive en la casa de sus padres, ha sido detenido varias veces, probó todo tipo de drogas y ha participado en varias peleas.

“Me dedico a la construcción, gano dos mil a la semana y mi sueño es seguir adelante, estoy casado y quiero sacar adelante a mi familia. Tengo tres años de casado. Un hijo tiene cinco años y el otro, nueve. Fui papá a los 17 años.

“Me metí en las pandillas al salir de mi casa para buscar pareja, en mi casa somos como siete u ocho contando a mi familia. Mi esposa no es de la pandilla, pero yo sí desde que tenía ocho o cinco años. Me gustó, no sé, por las morritas. Ya no quiero estar [en el grupo] por que ya estoy casado y trabajo, estudié hasta la secundaria y tengo mi certificado. He tenido problemas con las pandillas porque se pelean, de repente me agreden, pero soy bueno para la pelea, me he dado con todos, he tenido más de veinte peleas”, narra.

El padre de familia asegura que muchas veces las peleas son sin motivo, por el simple hecho de caminar por una calle considerada territorio de otra pandilla, hay agresiones que van desde amenazas verbales hasta balas.

“A veces hay balas y ellos piensan que uno anda en la bola, cuando voy con mi familia o con mis chavitos no me agreden, pero si voy solo me tengo que cuidar, hay una nueva generación. Yo soy de los grandes, tengo rato y los conflictos son en las calles nada más y con mi esposa no se meten para nada.

“Quiero salir adelante y como voy a tener otra vez otro morrillo, es el tercero, quiero salir para seguir trabajando, que mis hijos no se involucren en las pandillas y que me dieran una segunda oportunidad de tener un mejor empleo. Esta semana voy a aguantar en la obra y el lunes me voy a la herrería, porque es
mejor pagado.

“La firma de la paz es para no seguir peleando y que estemos tranquilos, por que no hay futuro.

“Me detuvieron varias veces y fui a dar a los separos, por riñas, únicamente salía pagando fianza”, relató a EL UNIVERAL Héctor Eduardo Esparza.

Después de la firma en la que participaron las ONG y la subsecretaria de prevención social y de participación ciudadana de Nuevo León, se encendió un cirio como símbolo de paz y de unidad entre casi 300 jóvenes de 17 pandillas que acordaron terminar con la violencia en la zona.

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