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Panindícuaro, Mich.— “El que a hierro mata, a hierro muere, y no somos nosotros los cristianos los que vamos a hacer eso”, advirtió Víctor Manuel Aguilar Ledesma, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Morelia, a los asesinos del párroco de Janamuato, José Alfredo López Guillén.

En la celebración en la que fieles, amigos, familiares y la congregación de la Iglesia católica le dieron el último adiós al sacerdote ejecutado a tiros, el padre Aguilar Ledesma señaló que “los delincuentes piensan que quitándole la vida a una persona, a un sacerdote o al obispo van ganando la batalla, pero sabemos que no es así; ellos [los criminales] han perdido la batalla”.

Las cenizas del cura fueron tras- ladadas en caminata desde el número 18 de la calle Alfredo Elizondo —donde fueron veladas por sus familiares—, a la iglesia del apóstol San Andrés, en la que el representante de la arquidiócesis dijo que la desgracia es para los delincuentes a quienes tarde o temprano les llegará su turno.

“Eso les tiene que hacer pensar de distintas maneras, porque el que a hierro mata, a hierro muere. Sin embargo, sería anticristiano tomar represalias y venganzas contra esas personas que no conocemos, pero desde nuestra fe, no podemos quedarnos así”, expresó.

Las lágrimas y rostros desencajados brotaron una vez más cuando el líder católico indicó que la ciudadanía y el clero viven un momento crucial por la manera violenta en la que le quitaron la vida al padre Alfredo, porque así se la han quitado a obispos, a sacerdotes y a religiosos cristianos en toda la historia de la Iglesia.

Al término de la ceremonia y una vez que las cenizas del cura michoacano fueron depositadas en un nicho de la parroquia del pueblo que lo vio nacer hace 43 años, la señora Conchita, al igual que la mayoría de los asistentes, lamentó la inseguridad que se vive en la entidad.

Con llanto, Conchita reiteró que es un hartazgo tener que lidiar con la violencia que no cesa en todas las regiones del estado.

“Conocí al padre Alfredo cuando estuvo en la capilla del Perpetuo Socorro, en Zacapu, y siempre fue muy buena gente con todo el pueblo. por eso guardamos el grato recuerdo de él”.

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