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Soy un ciudadano infiltrado en la política y desde dentro del sistema intenté cambios y no es posible: los cambios van a venir por fuera, no de los partidos o el gobierno que no tienen credibilidad, porque funcionan como fábrica de ricos. Así abre Francisco Búrquez Valenzuela.

El empresario nació en Hermosillo, Sonora, en 1958, es senador del PAN.

Hacía meses que Búrquez no paraba en su oficina del quinto piso del Senado. Su vida ha tenido una sacudida, desde septiembre, con un diagnóstico de leucemia. Ha seguido los tratamientos a base de quimioterapias y está próxima una intervención de trasplante de médula ósea. Habla con energía. “Los días que viva los voy a vivir al 100 y no voy a desperdiciar ni un segundo para lograr el objetivo”, el cambio de sistema en el que el poder esté en manos del ciudadano.

¿Cuál es la diferencia entre personas y partidos políticos?

—En que la crisis no se resuelve, como no se resolvió en el año 2000, con cambios de partidos. Pasamos de un monopolio de partidos a un oligopolio y no se resolvió el problema de fondo del país. Si llegan personas nuevas que no están expuestas al poder, en el tiempo van a operar igual que los políticos actuales. Lo que necesitamos es un cambio de sistema.

¿Qué tipo de sistema?

—Un nuevo sistema político donde el ciudadano ejerza el poder, que no sea un invitado de piedra, sino un actor principalísimo. El poder está en el dinero. Necesitamos que el dinero esté en manos del ciudadano para que la economía crezca, la calidad de vida mejore y haya más oportunidades.

¿Es una utopía?

—No es utopía, porque estamos viendo una transferencia de poder en diferentes facetas de la vida, en la familia, del padre autoritario hay una transferencia de poder a la mujer, a los hijos; en las Iglesias; en el comercio y los servicios, en todos los ámbitos de la vida. La política no puede ser una isla que se quede atrás. El control todavía lo tiene la clase política. No se lo quiere transferir a los ciudadanos.

¿Cómo falla la política?

—Hay un divorcio de la política con la ciudadanía. Los partidos están demeritados en la confianza: no necesitan más dinero, necesitan confianza y los gobiernos no necesitan más dinero, necesitan credibilidad. Ahí es donde vemos como se representa ese mundo de las redes sociales, que yo digo que va a ser el que elija al próximo Presidente de México. Y vemos fuera de esas redes sociales a los aspirantes de los partidos, porque no tienen credibilidad y la única manera de ganar credibilidad es representando los intereses de la gente, no los intereses de los políticos.

¿El gasolinazo es un caso ejemplar de ello?

—Son millones de personas las que se están manifestando cada semana en contra del Impuesto Especial sobre Producción y Servicios (IEPS) de cinco pesos a las gasolinas, que está haciendo que los combustibles cuesten 18 pesos, cuando debería de costar 13 o 14 pesos. Son realidades que si los partidos políticos y los políticos no reflejamos ese sentir de la gente y lo convertimos en acciones, solamente en palabras y posiciones demagógicas, estamos en peligro de extinción. Los partidos como los conocemos están en peligro de extinción y más pronto que tarde; 2018 está en la puerta.

¿Ve lenta a la estructura política?

—Los cambios que vengan en México van a venir por presión de la ciudadanía: las redes sociales y las manifestaciones. No hay manera de que la clase política aguante la presión ciudadana. Falta una poca más de presión. La clase política representada en los gobiernos, congresos, en los tres poderes, incluso el judicial, están pasmados. Vivimos en una burbuja que es recreada por el dinero y los privilegios indebidos que nos hemos dado.

Usted comenta que el gobierno gasta el dinero de la gente...

—Te quita la mitad del fruto de tu trabajo, hasta 35% cuando te entra el dinero y cuando lo gastas te quita 16%, y luego tienes que pagar impuestos por la gasolina, cinco pesos por litro, adicionales a lo normal y tienes que pagar predial. Son tantas cosas que ha inventado el gobierno para cobrar tributos que han hecho que le economía no funcione.

¿Considera que se viven cambios a velocidad de tortuga?

—En la política sí, pero el mundo está volando. Hay que hacer los cambios ya. Nos están tocando la puerta los ciudadanos.

¿Está usted dentro del sistema?

—Me considero político profesional. No he vivido de la política. He llegado a la política por ser un inconforme. Así llegué a ser alcalde en mi ciudad, Hermosillo, Sonora, de 2000 a 2003, y duré un año más en la política. En esa nueva democracia vi que no más cambiamos de color el carro, de rojo lo pintamos de azul, mejoramos las llantas; el vehículo aumentó un poquito su velocidad, más eficiencia en el desplazamiento, pero no cambiamos el sistema, ¡nos acomodamos al sistema!

¿Puedo entenderlo como un ciudadano con investidura de senador?

—Sí. Un ciudadano infiltrado en la política. Yo siento que estoy desde dentro reflejando el enojo que hay de los ciudadanos. Lo vivo, estoy molesto. Intenté por dentro hacer cambios y no es posible. Los cambios van a venir por fuera y por eso tengo dos años trabajando con los ciudadanos y me ha ido bien. Creo que estoy logrando hacer conciencia.

¿Vino a una senaduría para impulsar el cambio que no se da?

—Que cuesta trabajo, pero no hay cambios profundos que no cuesten trabajo.

¿Su contacto con la gente, con qué dinámica lo aplica?

—Me estoy comunicando con los ciudadanos. En redes sociales pongo mis propuestas, como la de eliminar el subsidio a los partidos.

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