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A 100 años de la Constitución de 1917, el ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), José Ramón Cossío Díaz, asegura que se debe replantear el sistema de división de poderes ante la existencia de “un montón” de órganos constitucionales autónomos de los cuales queda poco claro qué hacen.

“Me parece que hay que reelaborar el sistema de división de poderes; tenemos los tres poderes tradicionales —Ejecutivo, Legislativo y Judicial—, pero tenemos un montón de órganos constitucionales autónomos y no queda claro qué hace cada uno”, asegura en entrevista con EL UNIVERSAL.

El ministro señaló que otro de los aspectos donde no hay claridad es en cómo los estados aprovechan los recursos que se les canalizan y cuál es el sistema de responsabilidades para transferirles los fondos otorgados.

Al hacer un balance sobre lo que en su opinión hoy debiera incorporarse al texto constitucional, el coordinador de la Suprema Corte de la Justicia de la Nación designado por el Poder Judicial de la Federación para el festejo del centenario de la Constitución de 1917 dijo que le falta organización, no de orden, sino en la profundidad de los problemas del país.

Cossío Díaz consideró que los ajustes se deben seguir haciendo para dar cabida a la serie de iniciativas que se han presentado para hacer efectivo el acceso a la justicia.

Dijo que si los integrantes del constituyente leyeran el actual texto se “sorprenderían” por sus modificaciones que podrían considerar como una “extravagancia”.

Advirtió que si no se modifica el texto actual la Corte experimentará un periodo de intensas interpretaciones ante la demanda de quienes cuestionan las reformas estructurales, en telecomunicaciones, energía, educación y materia democrática. “A unos les gustarán, a otros no, pero derivado de ello tenemos conflictos sociales de gente que viene a preguntarnos por un sentido normativo u otro del texto constitucional”, dijo.

Explicó que tanto la Suprema Corte como el Consejo de la Judicatura Federal (CJF) plantearon el festejo de la Carta Magna desde la perspectiva del papel que ha desempeñado el Poder Judicial de la Federación a lo largo de 100 años, mediante su interpretación. Hasta ahora se cuenta con una serie de textos donde se recogen las voces de los propios constituyentes, interpretaciones de la Corte sobre temas relevantes para la vida nacional y la reflexión de lo que sigue en el futuro para el máximo tribunal, el PJF y la Constitución.

¿Por qué es importante celebrar la Constitución?

—El hecho de tener una Constitución con 100 años es importante. Esto quiere decir que México no se ha visto enfrentado a un proceso tan convulso, no se ha visto enfrentado a un proceso revolucionario, no se ha visto enfrentado a una guerra civil, afortunadamente no ha tenido un choque, que es una de las causas generadoras de una nueva Constitución.

Es importante entender que la del 17 y la de ahora son la misma en cuanto a que no ha habido un quebrantamiento político, histórico o social, pero al mismo tiempo es una Constitución distinta porque hay tantas modificaciones que si alguno de los constituyentes leyera la Constitución de ahora se sorprendería de ver lo que tiene; en algunas cosas estaría de acuerdo, en otras no, otras las consideraría una extravagancia.

¿Qué viene para la Constitución?

—Si la Constitución no se modificara, yo creo que viene un periodo de intensísima interpretación porque tenemos muchos de los llamados cambios estructurales que se están reinterpretando.

Por ejemplo, tenemos cambios en telecomunicaciones, en materia energética, en materia educativa, en materia democrática; a unos les gustarán, a otros no, pero derivado de ello tenemos conflictos sociales de gente que viene a preguntarnos por un sentido normativo u otro del texto constitucional.

Tenemos una gran reforma de derechos humanos y está obligándonos a todo el país a reelaborar las interpretaciones que habíamos hecho de ciertas leyes y elementos jurídicos.

Nos vienen a preguntar por derechos nuevos que no estaban regulados anteriormente.

Adicionalmente, se transformó de manera radical el juicio de amparo, entonces más personas tienen más posibilidades de venir a pedirnos interpretación.

Si uno pone todo eso en conjunto y si no se modificara nada, lo que uno puede observar es que esto va a ser un ejercicio intensísimo de interpretación constitucional de los próximos años.

¿Le hace falta algo al actual texto constitucional?

—Le falta organización; no necesariamente de que sea más ordenado o reducido, sino organización en la profundidad de los problemas.

Me parece que hay que reelaborar el sistema de división de poderes. Tenemos los tres poderes tradicionales —Ejecutivo, Legislativo y Judicial—, pero tenemos un montón de órganos constitucionales autónomos y no queda claro qué hace cada uno.

Estamos dando, la Federación, enormes cantidades a los estados y tampoco queda muy claro cómo lo están aprovechando y cuál es el sistema de responsabilidades mediante el cual se están transfiriendo los fondos.

Hay una serie de iniciativas para arreglar temas de justicia. No todo el mundo está accediendo a la justicia. Sí, me parece que a la Constitución hay que seguirla ajustando como hasta ahora se ha estado haciendo.

¿Qué es lo más trascendental de la Constitución de 1917 para llegar a ser el México que somos hoy?

—En términos sociales pacificó un enorme conflicto. Equilibró bastante bien los distintos intereses y formas de comprensión de la realidad que estaba en ese momento en fuego, a inicios del siglo XX, y pacificó al país.

Tuvo buenas instituciones, buenos sistemas para regresar tierras, aguas y bosques a comunidades y pueblos; un buen sistema de contención de un capitalismo que, de no existir, hubiera establecido condiciones muy duras de la mano de obra.

Su elaboración se entendió simbólica, jurídica y culturalmente como un elemento de modernización del país, que estaba recogiendo una síntesis interesante de reforma de la Independencia y de la propia Revolución.

Como texto jurídico, recogió lo que en ese momento eran las grandes tendencias, los grandes procesos del constitucionalismo mundial. Creo que actualizó al país jurídicamente en ese momento y sí nos dio un sentido de futuro sobre el cual se ha estado hablando.

¿Cuáles son las principales diferencias entre el constituyente de 1917 y los legisladores que hoy modifican la Constitución?

—Aquellos eran legisladores que provenían de un proceso revolucionario y ellos entendían que lo que tenían que hacer en el constituyente era satisfacer, ordenar, encauzar las distintas demandas del proceso que había sido brutal en términos sociales y económicos.

Creo que tenían un sentido de que cumplían un mandato del proceso que acababa de suceder. Hoy en día no se entiende, no sólo en México sino en algunas otras partes del mundo, cuál es el mandato del legislador, porque generalmente se dan procesos de crítica, de destrucción, que no están mal en un sistema democrático, pero tampoco uno acaba de entender las diferencias ideológicas, conceptuales, de representación de la realidad que tienen los distintos legisladores.

Tenían una cuestión bastante clara entre los de 1917 porque sabían que tenían que generar un documento que facilitara lo que estaban viviendo. Hoy en día creo que no se tiene, ni porque esté bien ni porque esté mal, sino porque hoy no tienen esta presión de un proceso grande que se les viene encima y me parece que legislan de una forma muy diversificada.

Salvo algunas excepciones, los de 1917 eran personas que por el propio proceso revolucionario no tenían vínculos muy importantes con una clase muy numerosa. Uno de los problemas de la democracia de hoy en día son las relaciones que existen entre los legisladores, los distintos grupos de interés, las distintas formas en las que se va fragmentando la realidad.

Tenían calidades técnicas, muchos de ellos, no todos, que ayudaron a la construcción y hoy en día me parece que por la forma en la que se está dando no siempre hay las capacidades técnicas y hay esta incesante transformación del personal que tampoco permite tener una Constitución técnica, dura, rigurosa de lo que se está discutiendo y aprobando en el Congreso.

A 100 años de un constituyente hay otro: el de la Ciudad de México. ¿Cómo lo percibe?

—He percibido varios problemas.

Me parece que hubo un gran entusiasmo por la democracia, por las libertades, por los derechos, cosa que me parece muy bien, nadie puede oponerse a algo como eso, pero parece que hubo muy poca comprensión de los problemas técnicos de una Constitución.

Esta es una Constitución que va a gobernar, va a tratar de ordenar la vida de 10 millones de personas que necesitan servicios básicos, agua, luz, que se lleven la basura, que se atienda a nuestros enfermos; es decir, necesitamos cosas básicas y no están en la Constitución.

Me parece que es una Constitución alegre, en términos de la “ciudad de la esperanza”.

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