politica@eluniversal.com.mx

Villa de Reyes, SLP.— Con la cara cubierta para no inhalar la tierra color ocre que se expande por cientos de kilómetros, Víctor se dice afortunado. Es uno de los pocos que no fueron despedidos de inmediato de la construcción de la armadora Ford Motor Company, el proyecto que se cimentaba aquí y que fue cancelado el pasado 3 de enero.

A marchas forzadas, lo que resta de la planta laboral que a lo largo de nueve meses sumó casi a 400 trabajadores, desmantelan lo que sería una de las armadoras más importantes de la zona Centro-Bajío del país.

Las 280 hectáreas donadas por el gobierno estatal a Ford Motor Company para la planta armadora se ubican en el municipio de Villa de Reyes, justo en la zona industrial de San Luis Potosí, a unos 40 kilómetros de la capital del estado. En una de las entradas a la carretera 80D, incluso, un espectacular da la bienvenida a Ford: “Welcome Ford”, se lee.

Durante nueve meses, en estas tierras abrazadas por los cerros, fue un incesante ir y venir de camiones y un hormiguero de trabajadores dedicados a construir el megaproyecto; para el miércoles 4 de enero se convirtió en un terrero casi baldío, enmarcado por dos gigantescas estructuras blancas, convertidas en obra negra.

A pesar de no ser despedido de inmediato, Víctor, ayudante de topógrafo, tuvo empleo hasta el viernes 6 de enero. A partir de ese día, el joven de 20 años se convirtió en un desempleado más que saldrá a buscar otras oportunidades de trabajo.

“La verdad no sé qué voy a hacer. El ingeniero nos dijo que el trabajo estaba por terminarse, yo tuve suerte porque hubo trabajadores que fueron despedidos el mismo día de la cancelación”, relata el vecino de La Presita.

Otros trabajadores, como José, carpintero de oficio, fueron prácticamente echados de la noche a la mañana y, junto a los pobladores de las rancherías aledañas de La Providencia, La Presita y Jesús María, vio cómo una decisión repentina desmanteló sus sueños de tener un trabajo estable en una empresa respetable y, así, ofrecerle una vida mejor a su familia.

Trabajadores y pobladores de las rancherías cercanas se mantenían esperanzados en que con el arranque de la armadora —contemplada para 2018— se diera una mejora en sus situaciones económicas por demás precarias. En las comunidades aledañas al fallido megaproyecto no hay luz eléctrica, el agua apenas es suficiente y todos los caminos son de terracería.

Entre matorrales, un calor agobiante y tierra suelta, Cristina, esposa de Gerardo —un velador que también perdió su empleo—, maldice a Donald Trump. Sabe que la presión del presidente electo de Estados Unidos fue la razón por la que Ford decidió retirar la inversión de mil 600 millones de dólares y cancelar la construcción.

“Me subía al cuarto y miraba, ya iba la obra bien bonita para arriba. Yo me decía, ‘nomás que esté la planta voy a ir a pedir trabajo, me quedaría bien cerquita’, pero valió madre. Ya tenían bien bonito por acá, algunos ya estaban arreglando sus casitas, las hicieron bien bonitas y bien grandotas”, narra la mujer de 22 años, al tiempo que señala la estructuras metálicas, apenas a unos metros de su casa.

Su esposo, Gerardo, no está en la casa, salió en búsqueda de otro empleo para mantener a sus dos pequeños hijos que juegan descalzos entre montones de tierra y árboles secos.

Laredo, Marco, Solís, Danilo, Raymundo, son un grupo de jóvenes contratados por la estadounidense Ford para armar las dos prensas y fosas donde se ensamblarían los automóviles. También se quedaron sin trabajo.

“Le mandamos un saludo a Trump”, gritan en coro, mientras hacen señas obscenas, pues se enteraron por las redes sociales que el magnate influyó para que se quedaran sin empleo.

El miércoles les avisaron que se cancelaba el proyecto, no les dieron una explicación y ni siquiera una indemnización por la pérdida repentina de sus empleos, que les dejaba ganancias de hasta 3 mil 500 pesos por semana, un salario jugoso para un obrero.

“Nomás nos dijeron ya se acabó, nos enteramos por las noticias, por Facebook, que se cancelaba el proyecto porque acá (los jefes) no dijeron nada”, dice acongojado Danilo.

Incluso, el martes 3 de enero llegaron refuerzos de Puebla y Tlaxcala, pero el miércoles los trabajadores nuevos tuvieron que regresar a sus estados tras la desastrosa noticia.

Al mediodía, la fresca mañana se transforma en un calor indomable. Don Martín recorre en su camioneta los predios de la obra negra. El señor de unos 50 años viene de La Laguna de San Vicente —a unos dos kilómetros de distancia— y se dedica a vender comida y agua a los trabajadores de la obra, pues en los alrededores no existen tiendas para los ex empleados.

Cuenta que antes del anuncio de la cancelación de la obra vendía hasta 150 comidas de 16 y 30 pesos, ahora sólo surte a unas cuantas personas que todavía conservan su empleo mientras se termine de desmantelar la obra.

De a poco, la maquinaria pesada es retirada. Pronto, los terrenos se convertirán en una zona desolada y lo único que tendrán los pobladores será dos gigantes metálicos junto a sus casas.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses