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Un organillero pinta de nostalgia las paredes de la sede del panismo nacional. “Como si fuera esta noche la última vez...”, tararea una mujer al pasar a su costado y escuchar las notas. Cae la tarde, a lo lejos se ven nubes de tormenta.

Hace una semana murió Luis H. Álvarez. Aun así, con su legado unió bajo un mismo techo a quienes ahora se dicen calderonistas, anayistas, maderistas, bárbaros del norte, neopanistas, entre otros.

Anoche, los panistas hicieron sus diferencias a un lado para homenajear al chihuahuense, pero en su misma casa, la de avenida Coayoacán, mantuvieron su frialdad, su distanciamiento, sus diferencias.

Bajo nubes de tormentas, uno a uno de esos liderazgos llegaron a la cita. Desde temprano estaban Gustavo Madero y Marco Adame, y los herederos de la lucha chihuahuense de Luis Héctor: Francisco Barrio y Ernesto Ruffo.

Alrededor de las seis de la tarde, en medio de las cámaras, reporteros y fotógrafos, ingresa al Auditorio Manuel Gómez Morín el ex presidente Felipe Calderón, a su lado Margarita Zavala y enseguida el líder nacional del partido, Ricardo Anaya.

Tardan casi 45 minutos en recorrer apenas 30 metros. La familia de Luis H. Álvarez espera que los liderazgos ocupen su lugar. Cada paso es más tardado: saludos, fotografías, selfies. Cada panista quiere estar cerca de alguno de estos tres personajes.

Luis Felipe Bravo Mena, César Nava, Cecilia Romero y Madero esperan sentados, en el costado derecho, apenas cruzan palabras. José González Morfín, Roberto Gil, Marko Cortés, Fernando Herrera y Javier Corral esperan al centro... pacientes.

De lejos, José Luis Luege, Gonzalo Altamirano, Salvador Beltrán del Río, Fernando Canales, Luis Felipe Bravo Mena. Pero hubo ausentes, que hicieron sentir su ausencia: Vicente Fox, Rafael Moreno Valle, Diego Fernández de Cevallos y Ernesto Cordero.

Al llegar al frente, hay un abrazo entre Anaya y Madero. Santiago Creel y Bravo Mena ven de cerca. Pero no hubo ese gesto entre Madero y Calderón.

Casi son las siete. Cuatro oradores. Cada uno se toma su tiempo. Cada cual recuerda el legado de Luis H. Álvarez, pese a sus diferencias actuales coinciden en el legado del chihuahuense para México y para el PAN.

Barrio advierte que hay hombres “que no mueren” y recuerda la lucha de Álvarez por la democracia.

Felipe Calderón define a Luis H. Álvarez como “el más grande de los iniciadores de la transición democrática en México. Nunca escatimó en reconocer a los liderazgos del partido”, dice Madero.

El ex presidente dedica varios minutos a definir cuatro diferentes etapas de la vida de Luis H. Álvarez: el empresario y sus orígenes en el PAN, la defensa de la democracia incluso a costa de su vida, su papel en la transición democrática y como factor de unidad en el panismo y negociador con el EZLN.

Javier Corral, candidato del PAN al gobierno de Chihuahua, define a Álvarez como puente entre los fundadores del partido y las nuevas generaciones; Ricardo Anaya ataja que los panistas ya quisieran una pequeña fracción de la generosidad que mostró en su momento Luis por la unidad del partido.

Cuando habla Anaya, Madero atiende su celular y Calderón lo ve, desde el centro de la primera fila, escudriñándolo, con fuerza. Cuando habla Calderón, Madero lo ve con la misma severidad.

Es el homenaje al último líder histórico del panismo, al que se consideraba heredero de los Gómez Morín, González Luna, Lascuráin y Calderón Vega, y puente entre la generación de Pablo Emilio Madero y Manuel Clouthier con los nuevos panistas.

Calderón se despide de Anaya y se separa de Margarita. El ex presidente sale del auditorio rodeado de cámaras, con panistas brincándole al paso para pedirle una foto. La ex primera dama se queda al frente del auditorio complaciendo a quien le pide una selfie, Anaya también. Madero ya se fue.

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