Se hace camino al andar, y en el Senado, el rey Felipe VI y doña Letizia dan pasos en la relación de México y España: han posado para la foto oficial y a ambos les esperan minutos sin guión, de instantes inusuales para el jefe de Estado en un recinto parlamentario.

En la parte alta de la Mesa Directiva, la diputada priísta Cristina Ruiz saluda al rey, con un aviso: “Mi hija (Ana Paula) lo quiere saludar”. Felipe de Borbón y Grecia suaviza el rostro, mira con simpatía a la linda pequeña de ocho años, y él, de 1.97 metros de estatura real, se inclina para dejarle un beso en la mejilla derecha a quien con firme decisión se mantiene erguida y toca con sus labios la barba entrecana del monarca. Doña Letizia besa a la niña.

Adelante está el senador petista Manuel Bartlett y recuerda la reunión del español con amigos mexicanos, en los 90, cuando era priísta y gobernador de Puebla y el visitante príncipe heredero.

Bajan los escalones. La pareja real se mueve en concierto. Algo quieren. La curiosidad los orienta. “Eres hijo de republicanos, ¿verdad?”, pregunta la reina al diputado Fernando Belaunzarán (PRD), quien ha formado una evocación de la bandera de la Segunda República Española (rojo, amarillo y morado) con papelitos adheribles, un marcador y diurex.

“Tuve queridos maestros republicanos, entre ellos Adolfo Sánchez Vázquez”, responde el joven egresado de la Facultad de Filosofía de la UNAM. Ya que el rey había puesto su atención en doña Letizia y Belaunzarán, el legislador le dice: “Le agradezco que haya mencionado (en su discurso) el exilio español”. Ya sin reservas, el hombre que vino de más allá del mar completó: “Todos los mensajes fueron buenos”.

Sube el monarca escalones del pasillo de la izquierda. Estrecha manos. Hacia el final de la escalinata la vicepresidenta de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados, Patricia Retamoza Vega (PRI), espera con el teléfono celular en la mano. Saluda al rey, pero su atención va hacia doña Letizia y se acomoda a su lado para tomarse una selfie.

Se había comentado que entre lo no permitido se contaba esa suerte de fotos para el recuerdo, prohibición dirigida a diputados y senadores, luego de que con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, las mexicanas se dieron vuelo.

Sutil, la reina se zafa del medio abrazo en el que se ha acomodado la desconocida (para ella) y sin intercambio de palabras se retira. Retamoza tiene un fruto prohibido en su aparato, pero nada sube a Twitter.

Ha habido detalles para la pareja real. Ocupan asientos de caoba y piel elaborados para la ocasión. Fue abierto el domo del salón de sesiones y desde la tribuna se puede ver arriba, al exterior, la bandera de México.

Los visitantes pasan junto a la escolta abanderada, entre una valla de cadetes del Colegio Militar en uniforme de gala, sobre alfombra roja que termina justo al pie del automóvil blindado. Claveles rojos y rosas amarillas han sido el emblema distintivo de un encuentro sobrio, preciso en todo, tanto así que la embajadora Roberta Lajous sale con una gran sonrisa, y va a una cuadra de distancia, a pie, que este día “se hace camino al andar”.

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