Walter M. Shaub, el director de la Oficina de Ética del gobierno de Estados Unidos, dijo basta y presentó su renuncia. Solo aguantó cinco meses de la era Trump.

Si bien aseguró no haber recibido presiones para dejar el puesto, su marcha significa un alivio para el presidente de EU, Donald Trump.

Shaub asumió en 2013 y su periodo terminaba dentro de seis meses; se había convertido en uno de los azotes principales del magnate, un látigo que puso en duda todas las acciones que bordeaban la frontera de la ética.

Desde la Oficina de Ética, órgano creado tras el Watergate para evitar conflictos de funcionarios de la administración, Shaub no tuvo éxito en frenar la marabunta de dudas de la administración Trump.

Si bien su renuncia fue modélica y sin escándalo —informó a la Casa Blanca de la dimisión a través de una carta—, el ex funcionario no pudo evitar lanzar un dardo venenoso en dirección a la Casa Blanca: “Trabajando en la administración actual, he visto claro que necesitamos mejorar el programa de ética existente”, escribió en su cuenta de Twitter.

“No hay mucho que pueda conseguir en la Oficina de Ética en la situación actual”, añadió en una entrevista con el diario The New York Times. Shaub, en el puesto desde 2013, se hizo famoso por sus constantes desafíos a Trump en cuestiones éticas.

En enero, antes de que Trump asumiera el poder, ya advirtió el devenir de lo que sería la administración Trump. “No se oye hablar de ética cuando las cosas se hacen bien. Y últimamente hemos oído hablar mucho de ética”, reflexionaba, el mismo día que el magnate inventaba la fórmula para maquillar su distanciamiento de su conglomerado empresarial.

Una vez conocida la solución planteada por el magnate, limitada a la cesión de la gestión de la compañía a sus hijos varones, Shaub no dudó en calificarlo de “completamente inadecuado” y no suficiente para eliminar las sospechas de conflictos de interés que sobrevuelan sin cesar sobre la Casa Blanca.

También fue firme en la petición de destitución de una de las asesoras principales del presidente, Kellyanne Conway, tras haber hecho publicidad en televisión a la marca de moda de la hija de Trump, Ivanka, haciendo estallar otro foco del incendio de los conflictos de interés.

Shaub perdió todas las batallas y finalmente cedió con su dimisión para trabajar como director de ética de Campaing Legal Center (CLC), organización sin ánimo de lucro desde la que, aseguró, luchará por un comportamiento ético en la administración pública.

“Estoy muy ansioso de comenzar a trabajar en ese objetivo en el CLC, así como en reformas éticas en todos los niveles del gobierno”, señaló a través de un comunicado.

La salida de Shaub permitirá al presidente Trump poner al frente de la oficina de ética a alguien acorde con sus ideas. Aunque la tradición diga que el director debe tener su propia agenda y ser independiente para interpretar la ley ética del país, en la era Trump nada sigue los caminos clásicos, como ya se ha visto.

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