La llegada de Anthony Scaramucci a la Casa Blanca como nuevo director de comunicaciones era la pólvora que faltaba para que se oficializara el inicio de la guerra civil en la administración de Donald Trump. Hasta ahora se vivía una situación increíblemente tensa, con muchos fuegos pero sin muchos heridos. Scaramucci llegó con armamento pesado, y los muertos pueden apilarse en breve.

En seis días, el nuevo fichaje de Trump ha puesto todo del revés. Si la Washington del nuevo presidente era un caos, ahora es delirante. La incorrección política o la inexperiencia es lo de menos: ahora domina la vulgaridad con puñales dispuestos a cometer asesinatos políticos.

Al día de hoy, la misión de Scaramucci es acabar con el desastre comunicativo de su gobierno, frenar las filtraciones y deshacerse del jefe de gabinete, Reince Priebus. Scaramucci y Priebus tienen una historial de odio. Tras ganar las elecciones, Trump prometió a Scaramucci un puesto en la Casa Blanca, y éste vendió su empresa, SkyBridge Capital, para poder entrar en el gobierno sin lazos con el sector privado. Priebus, por entonces el ancla que arrastraba el magnate para contentar al Partido Republicano, se negó.

Seis meses después, las tornas han cambiado. Priebus tiene un pie fuera de la administración y la entrada de Scaramucci no ha podido ser más explosiva. “Reince es un jodido paranoico esquizofrénico, un paranoico”, dijo a The New Yorker. “Con el jefe de gabinete he tenido diferencias. Cuando dije que éramos hermanos, es porque somos duros el uno con el otro. Algunos hermanos son como Caín y Abel”, explicó, utilizando una metáfora bíblica. En la historia, Caín mató a Abel y mintió sobre ello.

El nuevo director de comunicaciones tiene luz verde del presidente para hacer lo que quiera contra el jefe de gabinete, en la cuerda floja desde hace meses acusado de ser el culpable de las continuas filtraciones que sufre la Casa Blanca. Scaramucci, agarrado a ello, empezó a bombardear.

Con la excusa de acusarle de haber filtrado un documento que en realidad era de carácter público, el ataque fue frontal y directo. “Lo que quiero hacer es matar a los jodidos filtradores”, sentenció, minutos después de citar a Priebus en un tuit en el que denunciaba la supuesta filtración. Una de las principales asesoras de Trump, Kellyanne Conway, ya dice en privado que Priebus ya está “fuera”. Tampoco están a salvo todos los integrantes del equipo de comunicación, hasta ahora liderados por Sean Spicer, quien renunció por el fichaje de Scaramucci. “Voy a despedirlos a todos, uno por uno y uno por día… Vamos a empezar de cero”, aseguró.

La vulgaridad no sólo se cebó en Priebus: también atacó al jefe de estrategia e ideólogo del trumpismo, Steve Bannon, de quien dijo sólo busca su propio beneficio. “No soy como Steve Bannon, no estoy tratando de chupármela a mí mismo. Bannon, según fuentes de la Casa Blanca, se rió sin darle importancia al asunto.

Tras el escándalo, Scaramucci se limitó a tuitear que “a veces uso lenguaje colorido” y que a partir de ahora se “moderará”. Antes de la publicación de los insultos al jefe de gabinete, la portavoz de la Casa Blanca, Sarah Sanders, dijo sobre la tensión en el ala oeste: “Al presidente le gusta la competencia sana, y esto lo es”.

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