Las fuerzas de seguridad israelíes elevaron ayer las medidas de seguridad en la ciudad vieja de Jerusalén, un día después del ataque que dejó dos policías muertos y avivó las tensiones entre israelíes y palestinos.

A raíz del ataque, el gobierno ordenó el cierre de la explanada de las Mezquitas, donde los agresores huyeron tras matar a tiros a los policías. La explanada, el tercer lugar santo del islam, reabrirá hoy “progresivamente para los fieles, los visitantes y los turistas”, según anunció el primer ministro Benjamin Netanyahu.

El cierre fue condenado por organismos panárabes, gobiernos e instituciones de países de la región, entre ellos Líbano, Jordania, Omán, Kuwait, Baréin, Qatar y Egipto. La Liga Árabe advirtió que ello puede motivar futuros conflictos religiosos y “empeorar” el terrorismo y la violencia en la región.

La Casa Blanca condenó el ataque del viernes. “Debe haber tolerancia cero con el terrorismo”, señaló en un comunicado. También llamó a mantener la calma ante la decisión de cerrar los accesos a la explanada. “Israel ha asegurado al mundo que no tiene ninguna intención de alterar el estatus de este lugar sagrado, una decisión que Estados Unidos aplaude y a la que da la bienvenida”.

Desde octubre de 2015, la ola de violencia en Israel y en los Territorios Palestinos se cobró la vida de 281 palestinos, 44 israelíes, dos estadounidenses, dos jordanos, un eritreo, un sudanés y una británica, según un recuento de la AFP. Los actos violentos se habían reducido en los últimos meses.

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