Asia-Pacífico es la región del mundo en la que más crece el gasto militar. Según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), su presupuesto armamentístico global en 2016 fue de 450 mil millones de dólares, 64% más que en 2010. La mitad de ese dinero corresponde a China. Aun así, el total sigue lejos de los 611 mil millones de Estados Unidos.

El gran problema de Asia está en las armas nucleares. Expertos coinciden en que dos factores hacen la región más proclive que otras a una escalada atómica: por un lado, está su inestabilidad interna, con múltiples conflictos abiertos; por otro, la falta de experiencia de países recién llegados al juego de la disuasión, como Corea del Norte, frente a los veteranos EU y Rusia (dueños de 90% de cabezas nucleares del mundo), que llevan más de medio siglo tejiendo las sutilezas de la diplomacia del átomo.

China es uno de los cinco países (junto a Rusia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido) a los que el Tratado de No Proliferación Nuclear les permite poseer armas de ese tipo. En el otro extremo, cuatro de los cinco estados no firmantes del acuerdo están en Asia: India, Paquistán, Israel y Corea del Norte.

India y Paquistán poseen abiertamente armas nucleares. En el caso de Israel, su gobierno no afirma ni niega tenerlas, pero a lo largo de los años distintos testigos y agencias internacionales le han atribuido experimentos con cabezas nucleares.

El caso de Irán es el que más tensión mundial generó en los últimos años. En 2015, Washington y Teherán alcanzaron un pacto que frenó el acceso iraní a la bomba atómica a cambio de levantar sanciones. El acuerdo, firmado por Barack Obama, fue de tal importancia para la paz en Medio Oriente que ni siquiera Donald Trump (pese a calificarlo como “el peor trato firmado nunca”) se ha atrevido a congelarlo, aunque tuvo una oportunidad en abril.

Con Rusia volcada en sus fronteras europeas, China en sus negocios (a pesar de incrementar 7% su presupuesto militar este año) y Japón limitado por su política de no intervención en el extranjero, la potencia militar que más desasosiego genera es sin duda Corea del Norte. Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS), Pyongyang pasó de tres lanzamientos de misiles en 2003 a 22 en 2016, año en que hizo su cuarto y quinto ensayo nuclear.

Como explica Rafael Bueno, director de Política y Sociedad y Educación de Casa Asia, el régimen norcoreano es “la propia víctima del éxito de su programa nuclear”. Éste dio un salto en 2006 con los primeros ensayos de armamento atómico, un hito “que terminó de condenar al aislamiento a Pyongyang”. Las escaramuzas del régimen de Kim Jong-un con sus vecinos son constantes, no sólo con Corea del Sur, también con Japón, y sus ambiciones son llegar aún más lejos. Este viernes la agencia Reuters reveló una nueva prueba balística que el Pentágono cree que forma parte del programa de Pyongyang para conseguir un misil intercontinental que ponga a tiro a EU. Se estima que Corea del Norte dispone de entre 10 y 20 armas nucleares, y sus misiles han acreditado llegar a 4 mil kilómetros, pero los expertos creen que podría alcanzar los 10 mil en cuatro años.

Todas las amenazas o incentivos para convencer a Pyongyang de que renuncie al programa nuclear han fracasado. “El régimen sabe que es su única garantía para evitar una intervención externa, asegurar una interlocución paritaria con las potencias regionales y prorrogar su supervivencia. Una acción militar para evitarlo tiene pocas garantías de éxito y podría crear una crisis enorme. Ante esta situación, alcanzar un acuerdo que no sea óptimo y que busque la congelación en lugar de la desnuclearización es preferible a prolongar la situación actual, en la que Corea del Norte sigue desarrollando sus capacidades nucleares y de misiles a gran velocidad”, explican los investigadores del Real Instituto Elcano, Félix Arteaga y Mario Esteban, autores del reciente estudio ¿Cómo evitar un conflicto militar en la península de Corea?.

Una de sus conclusiones es que la capacidad nuclear de Norcorea no sólo aumenta la posibilidad de un desastre atómico; también de enfrentamientos convencionales en la zona. Hasta hace poco, la aplastante superioridad militar de Corea del Sur y su aliado EU animaban a Pyongyang a contenerse. Esa inhibición desaparece a medida que crece su poder nuclear.

Mientras, conflictos congelados como el de Paquistán e India (el tercer país con más militares: 1 millón 325 mil, sólo por detrás de China y EU) permanecen estables dentro de la gravedad. China, pese a su potencia militar y nuclear, tampoco parece un peligro a mediano plazo, más allá de las fricciones en el mar de China Meridional. El país ha invertido cantidades ingentes en la modernización de su ejército, y está reduciendo el número de soldados a cambio de mejores materiales, como sistemas de misiles antiaéreos y aviones para crear una burbuja que le permita cerrar el acceso al citado mar.

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