Tras semanas en la oscuridad, ayer salió a la luz la propuesta de los senadores republicanos de reforma sanitaria para Estados Unidos, y la criatura salió, al menos por el momento, con pocas opciones de sobrevivir.

El secretismo en el que trabajaron un grupo de 13 legisladores conservadores desveló un borrador de 142 páginas que mantuvo los recortes sanitarios previstos —eliminación de obligatoriedad, supresión de la mayoría de subsidios—, especialmente en aquellos servicios utilizados por las clases más vulnerables y las mujeres.

El texto es, en palabras de los senadores demócratas, “más miserable” que el aprobado por la mínima por la Cámara de Representantes, ese que la auditoría del Congreso determinó que dejaría a 23 millones de personas sin seguro médico.

Sin embargo, para el sector más radical de los conservadores, el texto es una versión sólo un maquillaje del actual plan sanitario, el conocido como Obamacare. Un cambio “light”, poco profundo, que no cumple las expectativas de eliminarlo por completo. Y, por tanto, no le dan su apoyo.

De momento son cuatro senadores los que están poniendo en riesgo el éxito de esta medida, cuyos proponentes quieren que sea votada la próxima semana. Para que sea avalada, el Partido Republicano sólo se puede permitir tener dos votos en contra.

En el otro extremo, los más moderados están “preocupados” por el recorte en el servicio público a pobres, ancianos y discapacitados (Medicaid), así como la desaparición de los fondos para Planned Parenthood, organismo dedicado a la salud de las mujeres y prácticas de aborto.

“Necesitará un poco de debate”, reconoció el presidente Donald Trump, quien prometió una ley hecha desde el “corazón” y su apoyo a una propuesta que, tuiteó, va a ser “muy especial”. El mandatario criticó en privado la versión aprobada el mes pasado en la Cámara de Representantes, según fuentes legislativas.

Las críticas llegaron de todos lados. Incluso el ex presidente Barack Obama opinó sobre el borrador de ley que quiere destrozar uno de los pilares de su legado. En un largo mensaje en Facebook, criticó un texto que hace “más mal que bien”, y que “hará daño” a todos aquellos que enfermen, envejezcan o quieran empezar una familia.

“No es una ley de salud. Es una transferencia masiva de riqueza de las clases medias y pobres a los más ricos”, se enojó el ex presidente, quien retó una vez más a los republicanos a demostrar que pueden hacer una ley que mejore la existente y que proteja a más estadounidenses por menos dinero. “Si lo hacen, me encantará darle mi apoyo”, prometió.

Las primeras protestas se vivieron dentro del edificio del Congreso. Una docena de minusválidos y activistas bloquearon el acceso a las oficinas del líder republicano, y fueron desalojados a la fuerza por la policía. En el suelo se pudieron ver algunas marcas de sangre tras golpes y rasguños tratando de evitar la expulsión del lugar.

Grupos cívicos plantearon además acciones de protesta en el aeropuerto de Washington, para asegurarse que lo último que vieran los congresistas antes de regresar a sus estados de origen fueran pancartas contra la nueva propuesta de ley.

El Partido Demócrata tampoco la tiene fácil. Desde la derrota en las presidenciales de noviembre tratan de encontrar el rumbo en la nueva era, y la acumulación de derrotas en elecciones desde entonces, especialmente la del pasado martes en Georgia, ha puesto serias dudas sobre el liderazgo del partido.

Algunos congresistas empiezan a pedir el relevo de la líder de la minoría en la Cámara de Representantes, la veterana Nancy Pelosi, quien ayer desafió a sus críticos dejando claro que no tiene intención de retirarse.

A pesar de eso, una docena de ellos, entre los que está el influyente líder del grupo afroestadounidense, se reunió para ver qué hacer en ese sentido. El presidente Trump no quiso perder la ocasión de reírse de la situación de incertidumbre de sus rivales. “Espero que los demócratas no echen a Nancy P. Sería malo para el Partido Republicano”, tuiteó.

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