Por la tarea diaria de sus socorristas, la Cruz Roja tiene contacto directo con la violencia que sacude a México y a Centroamérica y con las bajas —muertos y heridos—que se cuentan por decenas de miles y son provocadas principalmente por armas de fuego.

Ante un panorama en deterioro, el suizo Juan Pedro Schaerer, jefe de la delegación regional del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) para México, Centroamérica y Cuba , alerta en entrevista con EL UNIVERAL que las “transferencias irresponsables” en la venta y el uso de armas, por parte de productores y distribuidores, alimenta la crisis cotidiana que azota en las calles mexicanas y centroamericanas con una secuela mortal.

El CICR participa en negociaciones con los gobiernos de América Latina y el Caribe para aplicar el Tratado sobre el Comercio de Armas (TCA), aprobado en abril de 2013 por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y el primero de la historia promulgado por la comunidad internacional sobre un negocio global que mueve unos 60 mil millones de dólares al año. Cifras oficiales mostraron desde 2013 que solo la venta de armas convencionales a países en desarrollo superó los 42 mil millones al año.

El Tratado fue aprobado por 154 países, entre ellos México y Estados Unidos, rechazado por tres—Corea del Norte, Irán y Siria—y con 23 abstenciones, como Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, China y Rusia, que son grandes productores y vendedores de armas. De los 193 países miembros de la ONU, 89 ya ratificaron el TCA, que entró en vigencia en diciembre de 2014.

Aunque busca regular el comercio mundial de armamentos pesados, como vehículos blindados de combate, tanques y buques de guerra, sistemas de artillería de alto calibre, aviones y helicópteros de combate, misiles y lanzacohetes, el Tratado no puede hacerlo con el uso de armas dentro de ninguna nación.

Sin embargo, el pacto obliga a los estados a controlar transferencias internas de armamentos, partes y componentes y a los intermediarios de esas operaciones de armas pequeñas, ligeras y convencionales y de municiones. Asimismo, les prohíbe violar embargos de armas y exportar armamentos que puedan provocar acciones del crimen organizado, así como genocidio, terrorismo, ataques a civiles o a escuelas, hospitales y demás edificios civiles.

Los exportadores de armas deben evaluar si podrían ser usadas en violaciones a los derechos humanos o a la defensa humanitaria y si minarán la paz y la seguridad.

El Tratado fue una iniciativa de Costa Rica, en particular, del ex presidente costarricense Oscar Arias Sánchez, Nobel de la Paz 1987. Arias presentó en 2003 a la ONU la versión inicial del pacto junto a otros premios Nobel de la Paz.

Centroamérica sigue aportando muertos por las armas de fuego. De 1960 a 1996 lo hizo por los conflictos bélicos entre comunistas y anticomunistas y ahora por la guerra contra el crimen organizado y otros factores. ¿Cómo detener el negocio de las armas que deja muertes y que los cruzrojistas viven a diario en las calles centroamericanas y también en las de México?

Obviamente la gran disponibilidad y facilidad con que se pueden obtener armas ligeras en Centroamérica y en muchas partes de México es definitivamente uno de los elementos que contribuyen a esa situación de violencia armada que prevalece. El Tratado busca regular, controlar las transferencias de armas, como en México y Centroamérica. Ahora es importante ver cómo puede ser implementado para evitar las transferencias irresponsables de armas. No solo los productores sino todos los países tienen que asumir un control sobre la venta, el uso y la trasferencia de dichas armas para justamente evitar que caigan en mano de personas que le van a dar una utilización que no es la más adecuada.

¿Hay voluntad política de productores de armas, como Estados Unidos, para ceñirse al Tratado y evitar transferencias irresponsables?

Diría que más que la producción, está la cuestión de la venta. El problema es que hoy se puede ver que en algunos países la venta está en manos de particulares y no necesariamente del Estado. Entonces es allí donde insistimos que aparte de quien esté a cargo de la venta de las armas haya un mayor control de las autoridades estatales para que puedan mantener ese control y asegurarse que la venta de dichas armas sea hecha de manera responsable. Hay debate sobre quién tendría que controlar el manejo de las armas. Creo que eso afecta a muchos países donde hay diría una cierta libertad de venta de armas para países vecinos. Insisto entonces en la voluntad política, que es fundamental para poder echar andar (el Tratado) como corresponde.

Hay que seguir buscando que esa voluntad se traduzca en hechos muy concretos. Es un tratado relativamente reciente y no todos los países son parte. Es todo un proceso y creo que mucho de esos tratados hay que darles su tiempo para que se vuelvan cada día más efectivos.

¿Qué le dicen los comités de la Cruz Roja en Centroamérica, México o Colombia de que la mayoría de víctimas de homicidios es por armas de fuego?

No tanto el arma utilizada, lo que más llama la atención son los altos niveles las tasa de homicidio, de ver cuántas personas han fallecido en El Salvador, Honduras, Guatemala en estos últimos años. Es alarmante y son niveles (similares) a los del tiempo de los conflictos armados. Creo no se había llegado a tantos muertos por esos conflictos de entonces. Hay un gran problema sobre el respeto de la vida humana. Cuando vemos que hay cotidianamente decenas de personas que son asesinadas, creo que eso es lo que más llama la atención para nuestros colegas de las diferentes sociedades nacionales (cruzrojistas) que tienen que atender a esas personas de una manera cotidiana.

Al finalizar las guerras en Centroamérica se abrieron trillos de contrabando de armas a Colombia que alimentaron el conflicto bélico de ese país, que están en proceso de paz. ¿Teme que, con el desarme en Colombia, haya un nuevo flujo ilegal de armas ahora desde Colombia a Centroamérica?

No somos especialistas en tráfico de armas. Cada resolución de conflicto ha dejado un saldo muy alto de armas disponibles como en todo proceso de paz, como el de El Salvador (en 1992). Hay una parte importante sobre el control de las armas, Lo mismo pasara y está pasando con Colombia. Es decir, se cumple uno de los aspectos fundamentales del actual proceso de paz, el control de todas las zonas que estaban bajo el control de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) durante muchos años. ¿Quién va retomar y mantener el orden público en esas zonas? ¿Qué futuro se les ofrece a los combatientes que se van a desmovilizar progresivamente desde la FARC? ¿Cómo se va asegurar que todas las armas que eran utilizadas en ese conflicto armado, no caigan en manos no deseadas y que básicamente sean controladas? Esos tres aspectos creo son fundamentales en todo proceso. La experiencia muestra que siempre hay ciertas dificultades o con uno o con el otro o con los tres aspectos. Las Naciones Unidas están verificando esos tres aspectos y otros, como toda la problemática de la utilización de minas personales u otros artefactos explosivos.

lsm

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