La ex fiscal general interina de la administración de Donald Trump, Sally Yates, confirmó ayer que una de las figuras más importantes del entorno del presidente durante su campaña y sus primeros días de gobierno, el ex asesor en seguridad nacional Michael Flynn, era “susceptible” de “chantaje” por parte del gobierno ruso.

No sólo eso: ella advirtió de ello a la Casa Blanca, tras descubrir que Flynn había mentido al vicepresidente Mike Pence de sus contactos y relación con funcionarios rusos, incluido el embajador en Washington, Sergey Kislyak.

La investigación de la trama rusa y su injerencia en las elecciones, así como los posibles lazos del Kremlin con el equipo de campaña de Trump, vivió ayer uno de sus días más esperados con la presencia ante el Senado de Yates y del director nacional de Inteligencia durante la presidencia de Barack Obama, James Clapper.

Yates fue la estrella de la jornada por ser quien avisó al gobierno de Trump para que “tomara medidas” sobre el tema Flynn. Ella fue despedida días después por negarse a defender el decreto de veto a refugiados y migrantes de países de mayoría musulmana.

La ex fiscal interina relató de forma extensa y precisa lo sucedido mientras ocupó el cargo: se reunió dos veces con el asesor jurídico de la Casa Blanca, Donald McGahn, para alertarle de la situación de Flynn. La administración Trump aguantó al entonces asesor en seguridad 18 días más, hasta que la presión tras la publicación de las mentiras del consejero en la prensa fue insostenible.

Medios estadounidenses revelaron ayer que incluso el ex presidente Barack Obama había advertido a Trump del peligro de contratar a Flynn.

Las mentiras de Flynn al vicepresidente, al que ocultó información sobre sus conversaciones con Kislyak hasta el punto de provocar que Pence mintiera en una entrevista televisiva, obligaron a Yates a poner en conocimiento de la Casa Blanca la posibilidad de que el Kremlin estuviera usándole para “tener influencia”. “Era un problema (…) porque pensábamos que podía ser utilizado para hacer chantaje”, resumió la ex fiscal general interina.

“Estábamos preocupados porque los estadounidenses habían sido engañados sobre la conducta subyacente y lo que había hecho el general Flynn (…) Los rusos sabían lo que había hecho, que había confundido al vicepresidente Pence y a otros”, explicó Yates. No sólo eso: era probable que los rusos tuvieran “pruebas” de ello y, por tanto, una de las personas más cercanas al presidente —de marcado carácter rusófilo y cuestionado por recibir dinero por participar en un acto de la televisión estatal rusa controlada por el presidente Vladimir Putin— fuera altamente susceptible al chantaje.

Ninguno de los dos comparecientes quiso sacar conclusiones de los porqués de la inacción de la administración Trump ante la alerta de que uno de sus cargos más importantes podría estar chantajeado por el rival ruso. “Diré lo obvio, pero no querría a mi asesor en seguridad nacional comprometido por los rusos”, se limitó a comentar Yates.

Sus declaraciones contradicen la versión oficial de la Casa Blanca que, a través de su vocero, había dicho que ella nunca dio información exhaustiva sobre la situación, lo que Yates negó.

Trump, tras la audiencia, no pudo más que responder a través de su cuenta de Twitter. “La historia del complot Trump-Rusia es totalmente una broma. ¿Cuándo terminará esta farsa pagada por los contribuyentes?”, cuestionó el presidente, tras asegurar que la audiencia no había aportado nada nuevo en la investigación.

Lo que falta por saber es por qué la Casa Blanca no actuó de inmediato. Mientras, el FBI continúa investigando la posible relación entre la campaña de Trump y el Kremlin durante las elecciones.

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