Donald Trump fulminó al director del Buró Federal de Investigaciones (FBI), James Comey. Sin previo aviso, el presidente de Estados Unidos despidió al jefe del servicio de inteligencia que lo está investigando por sus lazos con Rusia y la injerencia del Kremlin en las elecciones estadounidenses del año pasado.

La razón que esgrime la Casa Blanca es la falta de confianza en Comey por su pobre gestión de la investigación sobre los correos electrónicos de la ex candidata presidencial demócrata y ex secretaria de Estado Hillary Clinton, una investigación fundamental para entender el resultado de las elecciones en EU del pasado mes de noviembre. Clinton culpa a Comey de su derrota. Pero el elemento a tener en cuenta es que Comey, tal y como confesó hace una semanas ante la Cámara de Representantes, lideraba también la investigación del FBI de los lazos Trump-Kremlin.

El episodio tiene aires que recuerdan al Watergate y el inicio del declive de la presidencia de Richard Nixon. En la conocida “masacre del sábado por la noche”, el entonces presidente acabó con varios altos cargos del Departamento de Justicia para conseguir destituir al fiscal especial para el caso, Archibald Cox. Diez meses después, Nixon dimitió.

La maniobra abre más dudas sobre la trama rusa que sobrevuela la Casa Blanca. Una de las principales tesis es que Trump quiere situar al frente del FBI a alguien leal dispuesto a cerrar la investigación de forma inmediata.

“Es esencial que encontremos un nuevo liderazgo para el FBI que restablezca la confianza del público”, escribió Trump en la carta de despido en la que dijo coincidir con el juicio del Departamento de Justicia, que consideró que “no es capaz de encabezar eficazmente la agencia. Por esa razón queda usted despedido y despojado del cargo, con efecto inmediato”.

La búsqueda de un sucesor empezará “de forma inmediata”.

La decisión fue tomada siguiendo además un análisis del subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein, quien en una carta pone en duda el trabajo de Comey con la investigación a Clinton que se inició en julio de 2016; hasta ahora la Casa Blanca había respaldado la labor del director del FBI.

Se dice que el fiscal general, Jeff Sessions, llevaba semanas trabajando en la remoción de Comey del puesto. El mismo Sessions, que se había inhibido de cualquier investigación sobre la trama rusa, dio la recomendación final para acabar con el director del FBI.

“Ha llegado el momento de un investigador independiente”, exigió el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, al subrayar la importancia de que las pesquisas sobre el espionaje ruso sigan con alguien externo al gobierno para llegar hasta el fondo del caso.

Anoche, en Twitter, Trump llamó “llorón” a Schumer y le reprochó que anteriormente exhibiera su falta de confianza en el ex director del FBI por su gestión del caso Clinton.

Sin embargo, los republicanos también expresaron su preocupación. El senador Richard Burr, jefe del Comité de Inteligencia del Senado, mostró su “inquietud por el momento y las razones de la destitución de Comey”.

Muchos de sus colegas conservadores coincidieron: la destitución llega un día después de la audiencia en el Senado de la ex fiscal general interina de Trump, Sally Yates, quien fue despedida por alertar de las mentiras del ex asesor en seguridad nacional de la Casa Blanca, Michael Flynn, sobre sus contactos con el Kremlin, y por oponerse a defender el veto migratorio del magnate.

Según Los Angeles Times, Comey se enteró de que fue despedido mientras estaba en Los Ángeles, en un evento para reclutar nuevos agentes del FBI. Las pantallas de televisión que estaban tras de él lanzaron alertas con la noticia y creyó que era una broma. Minutos después, su despacho en Washington recibía la carta oficial. Finalmente, canceló el discurso que tenía previsto dar.

El jueves Comey tenía que volver a declarar ante un comité del Congreso. No lo hará.

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