Kim Jong-un, el “querido líder” de Corea del Norte, es nieto del “padre fundador” y “líder eterno”; hijo del “líder supremo”, y el último eslabón en una cadena en la que los títulos desmesurados pesan mucho.

La dinastía que lleva el apellido de su familia ha decidido el rumbo de la República Popular Democrática de Corea desde el día de su fundación, el 9 de septiembre de 1948, con una forma de gobierno que recuerda más a las viejas monarquías absolutas de Europa que a un régimen comunista.

Su abuelo, Kim Il-sung (1912-1944), era conocido por ser un guerrillero que luchaba contra la ocupación japonesa de Corea en los años 30 del siglo XX. Tuvo entrenamiento militar en la Unión Soviética y llegó a ser capitán del Ejército Rojo, lo que le permitió convertirse en primer ministro de Corea del Norte. Posteriormente fue nombrado presidente, comandante supremo del ejército, secretario general del Partido Comunista, líder supremo y, tras su muerte, también “líder eterno”. En torno a su figura existe un gran culto a la personalidad que se cultiva con monumentos, estatuas y retratos en su honor en todo el país.

El mito alrededor de su primogénito y sucesor no es menor: La historia oficial dice que Kim Jong-il (1942-2011) nació en el Monte Paektu, considerado el lugar del origen ancestral de todos los coreanos; otras versiones menos poéticas aseguran que nació en Rusia.

De Kim Jong-un (1983) se sabe poco, pero se dicen muchas cosas: que él mismo se corta el cabello usando un tazón como guía y que ese corte es el ideal para los hombres norcoreanos, que sólo él puede llevar el nombre Jong-un y que ordenó ejecutar a uno de sus tíos lanzándolo a una jauría de perros hambrientos (lo cual es falso). Se le define como un hombre inseguro, excéntrico e irracional, pero analistas coinciden en que sería un error minusvalorarlo.

Lo cierto es que es hijo de la tercera esposa de Kim Jong-il y el menor de todos los hijos varones, por lo que sus posibilidades de convertirse en heredero eran muy bajas. Sin embargo, de acuerdo con lo que ha revelado en un libro Kenji Fujimoto, seudónimo de un chef japonés que sirvió para los Kim entre 1988 y 2001, siempre fue el consentido de su padre.

Después de que su hermano mayor, Kim Jong-nam, cayó en desgracia tras un incidente con un pasaporte falso en Japón, cuando pretendía visitar Disneyland, y de que su segundo hermano, Kim Jong-chan fuera descartado —“exhibió demasiadas características femeninas para ser considerado para el liderazgo”, de acuerdo con un artículo publicado por Vanity Fair— Kim Jong-un fue preparado para liderar a Norcorea.

El 29 de diciembre de 2011, a sus 28 años, se convirtió en el líder supremo de Corea del Norte y lo primero que llamó la atención del mundo fue la purga al interior de su gobierno, que incluyó a su tío Jang Song-thaek, quien fue ejecutado. A lo largo de los últimos cinco años se ha informado de la desaparición de alrededor de 70 altos mandos.

El más reciente capítulo de esas depuraciones parece ser la muerte de su hermano Kim Jong-nam (quien vivía en Macao bajo protección del gobierno chino), envenenado en el aeropuerto de Malasia en febrero pasado.

Sin embargo, el centro de su gobierno está en el desarrollo de un arsenal nuclear. Lo que para muchos puede ser un capricho de un heredero mimado parece tener un triple objetivo: disminuir las posibilidades de un ataque extranjero, consolidarse en el poder y crear un legado mayor que el de sus antepasados.

Por otra parte, mucho menos publicitado, está el desarrollo económico. Con su abuelo, el concepto era “juche”, autosuficiencia; con su padre, “songun”, primero lo militar; con él es “byungin”, economía y defensa.

En un artículo publicado por el portal de Al-Jazzera, el experto ruso en asuntos coreanos, Andrei Lankov, señala que Kim sabe que para mantener tranquilo a su pueblo debe iniciar el crecimiento económico del país, y lo ha empezado a hacer siguiendo el modelo chino: desmantelando gradualmente la economía de Estado al tiempo que se alienta el emprendimiento privado. Sin embargo, analistas europeos consideran que esas reformas están destinadas al fracaso.

Lo cierto es que el “querido líder” busca ser amado por su pueblo, temido por el mundo y que Corea del Norte sea reconocida y respetada como una potencia nuclear, un legado digno de un “líder eterno”.

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