Luego de 278 días de espera, la primera ministra Theresa May activa hoy formalmente el protocolo para iniciar el proceso de salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE). Ayer firmó la carta que presentará.

La antigua asesora del Banco de Inglaterra invocará el Artículo 50 del Tratado de Lisboa, en conformidad con el “consejo” emitido por 17 millones de británicos durante el referéndum del 23 de junio pasado y del cual salió victorioso el Brexit.

Las negociaciones del acuerdo que reemplazará la membresía británica durarán dos años, según el plazo fijado por May, aunque es muy probable que dure un decenio la definición del nuevo pacto de asociación bilateral. Las negociaciones serán las más complejas realizadas a la fecha por el Ejecutivo comunitario, pues el proceso de integración europea, que inició hace exactamente 60 años con la participación de Alemania Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo, se había caracterizado por adherir Estados miembros hasta sumar 28. Reino Unido se sumó en 1973.

La primera salida de un socio del bloque comunitario es tierra inexplorada, por lo que las negociaciones serán duras, complejas y sensibles. Algunos expertos incluso las clasifican como las complicadas desde el Tratado de Versalles de 1918 que puso fin a la Primera Guerra Mundial.

Son múltiples los asuntos que pueden dinamitar las conversaciones, como la factura de salida de la UE. La Comisión Europea estima en 60 mil millones de euros el monto que debería pagar Londres antes de abandonar el bloque para cubrir sus actuales obligaciones.

Otro tema sensible es la incertidumbre sobre el futuro de los tres millones de residentes comunitarios en territorio británico. Diversos analistas señalan que el equipo de May podría usar el limbo migratorio en el que se encontrarían estas personas como moneda de cambio para tratar de mantener privilegios sin tener las obligaciones de la membresía comunitaria.

El responsable de negociar las modalidades de la independencia británica será David Davis, de 68 años, quien para realizar su misión tiene el rango de Secretario de Estado, encima de él, en términos de jerarquía, sólo está el Ministro de Exteriores, Boris Johnson.

Los mejores años del veterano Tory parecían haber quedado atrás, fue presidente del Partido Conservador británico, secretario de Estado para Europa durante el gobierno de John Mayor y secretario en dos gobiernos a la sombra. Sin embargo, la inquilina del 10 de Downing Street, lo resucitó para buscar el mejor acuerdo posible para los británicos.

Davis cumple con todas las credenciales para ser el “guardián del Brexit”, es un conocido opositor a la integración británica en la UE, tiene el fogueo político requerido para conducir las negociaciones por el entramado técnico comunitario, y a lo largo de su trayectoria ha demostrado ser leal a sus superiores; pese a su euroescepticismo se encargó de que su fracción apoyara el Tratado de Maastricht en 1992.

Davis no es un clásico Tory, es hijo de madre soltera, creció en una vivienda de interés social y tuvo que hacer sacrificios para poder estudiar.

Su contraparte comunitaria es un viejo conocido, Michel Barnier, quien fuera en los años 90 ministro para Europa de Francia, cuando Davis ostentaba el mismo cargo en Gran Bretaña. Ambos tienen visiones opuestas sobre Europa y han cultivado una imagen política igualmente antagónica, cosmopolita y regional, respectivamente.

Fuentes diplomáticas han explicado que Davis no decidirá sobre el curso del Brexit, sino Theresa May, quien muestra firmeza ante la salida británica y aspira a una “asociación especial y profunda” con la UE; aunque también ha dicho que prefiere abandonar el bloque “sin acuerdo que con un mal acuerdo”.

Para Richard Whitman, experto del centro de estudios UK in a Changing Europe, “el Reino Unido está a punto de embarcarse en su desafío diplomático más significativo en más de cuatro décadas” y el acuerdo al que se llegue con la UE determinará el alcance de las ambiciones globales de Londres en la era post-Brexit.

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