El periódico El Espectador de Colombia, exhibió dos dramáticas primeras planas en 130 años de existencia, que cumple hoy.

La portada del 18 de diciembre de 1986 reportó el asesinato, ocurrido un día antes, de su director, Guillermo Cano Isaza, en un ataque a balazos que lanzó el poderoso cártel de Medellín y ordenó el máximo capo mafioso de la época —Pablo Escobar Gaviria— porque el periodista rechazó ceder a las presiones de la corrupción criminal y política. Aquel fue un día de silencio en Colombia.

La primera página del 3 de septiembre de 1989 consignó la bomba colocada el día anterior por los secuaces de Escobar estalló en las instalaciones del influyente rotativo y aunque la meta era llevar al diario al borde de la desaparición, ocurrió todo lo contrario. “Seguimos adelante”, tituló el periódico, fundado en 1887 por Fidel Cano Gutiérrez y testigo primario de momentos excepcionales de la vida nacional e internacional.

“Ni los narcotraficantes, ni el crimen organizado transnacional ni los políticos, partidos y ningún interés oscuro debe hacer claudicar a los periodistas, a los periódicos y a todos los medios de comunicación. Y El Espectador lo ha demostrado”, dijo el actual director del diario, el colombiano Fidel Cano Correa, de 51 años.

Cano Correa es bisnieto del fundador, sobrino del director asesinado e hijo de Fidel Cano Isaza, ya fallecido, columnista y a cargo de cuestiones administrativas del periódico que perteneció a la familia Cano y ahora es parte de un conglomerado de multimedios. En una entrevista con EL UNIVERSAL por el 130 aniversario, Cano narra un agitado trabajo periodístico hecho a sangre y fuego.

El Espectador cumple 130 años —nacido el 22 de marzo de 1887— de vivir el día a día de Colombia, pero con una mortal historia de sacrificio. De 61 años y como director desde 1952, Cano Isaza fue asesinado al salir de periódico. Sus asesinos intelectuales y materiales jamás le perdonaron que nunca cedió a sus pretensiones.

El homicidio fue declarado en 2010 por la Fiscalía General de Colombia como delito de lesa humanidad, como parte de “un plan sistemático y generalizado” de los narcotraficantes colombianos contra periodistas, líderes y dirigentes políticos que defendían la extradición de personas oriundas de Colombia a Estados Unidos. El ataque con explosivos en septiembre de 1989 pareció marcar el epílogo del periódico. Por eso es que Cano Correa recurre con frecuencia a las palabras nunca, jamás o inaceptable.

¿Qué debe hacer un periódico frente a las amenazas del narcotráfico?

—Es obvio que debe protegerse y adoptar las medidas fundamentales en seguridad y vigilancia, no sólo de sus jefes sino también de sus reporteros. Se requiere de mucho trabajo en equipo. Quizás sea necesario evitar publicar los nombres de los reporteros y siempre proteger a las fuentes. Pero nunca, nunca debe ceder y dejar de informar al país y al mundo sobre todo lo que significa el narcotráfico, con sus redes malignas, de corrupción, de daño a la salud.

¿Y si lo hace por temor?

—Eso sería claudicar y hacer lo que los narcotraficantes y los criminales quieren que hagamos los periodistas y los periódicos, que es quedarnos callados para que ellos y sus cómplices sigan traficando drogas y envenenando a la juventud, a las sociedades. Y El Espectador lo ha demostrado. Al narco se enfrenta con la verdad periodística.

¿Así fue en el atentado en 1989?

—Sí. Ese día todos creíamos que el fin del periódico había llegado. Las rotativas estaban seriamente dañadas. Los periodistas estábamos impactados, tristes. Pero mientras barríamos y buscábamos entre los escombros, alguien se levantó en la vieja sala de redacción y nos dijo a todos que debíamos hacer lo imposible para que el periódico saliera al día siguiente, con pocas páginas. Y así fue. Pese a los ofrecimientos de otros periódicos, los técnicos rescataron una de nuestras plantas y al día siguiente circulamos con un titular impresionante y desafiante: “Seguimos adelante”. Y así ha sido y será, siempre para adelante.

¿Claudicar habría sido traicionar al pueblo colombiano?

—Sí, así es. Los periodistas y los periódicos jamás, jamás deben aceptar ceder a las presiones criminales, cueste lo que cueste y mi tío Don Guillermo así lo demostró, incluso con su vida y con el profundo dolor de la familia. Don Guillermo jamás cedió y supo colocar al diario en la verdadera posición de defensa de los valores más puros y legítimos de una sociedad respetuosa de los derechos humanos y de la honestidad profesional.

¿Es inaceptable la componenda periodística y sacrificar la verdad?

—Es inaceptable, para la prensa en general pero para el periodista, en particular, es inaceptable separarse de la verdad. Mucha sangre de periodista corrió y corre en Colombia, México, Centroamérica y por todo el mundo en la lucha por la verdad y la honestidad.

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