La lucha bipartidista en Estados Unidos sigue subiendo de temperatura. El Congreso, dominado completamente por el Partido Republicano, se ha convertido en un campo de batalla con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.

Las armas: los nominados para integrar el equipo del nuevo presidente y, desde el lunes, se añade su elegido para la vacante al Tribunal Supremo.

La labor legislativa, por el momento, se encuentra suspendida, mientras los congresistas están más pendientes de atacar o defender las opiniones y políticas del nuevo presidente que de cualquier otra actividad.

El presidente Trump no está dispuesto a que el bloqueo de los demócratas —que se oponen a su política y sus nominados— le frenen el paso, y ayer insinuó a los legisladores republicanos que, de ser necesario, recurran a la “opción nuclear” para sacar adelante las designaciones. Especialmente, la del recién postulado para ser el nuevo juez de la Corte Suprema, Neil Gorsuch, caso especial que en lugar de mayoría simple de senadores para su nombramiento (que estaría garantizada en favor de los republicanos por su control de la cámara) necesitará 60 votos positivos (los republicanos sólo tienen 52 asientos de 100).

Eso a no ser que el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, active la conocida “opción nuclear”, mecanismo invocado de forma discrecional que cambia las reglas y que permite que sólo se requiera de la mayoría simple para aprobar a los nominados. Los demócratas usaron esa táctica en 2013 para sacar adelante nominaciones del ex presidente Barack Obama, durante su segundo mandato. Trump, sin miramientos, incitó a McConnell a que lo haga si es necesario. “Si llegamos a la obstrucción, si puedes, Mitch, ve por la opción nuclear”, dijo el presidente desde la Casa Blanca.

McConnell, en principio, se negó a “hacer volar por los aires” el principio de debate del órgano legislativo: maniobrar a discreción podría sentar un mal precedente y desvirtuar el papel de la cámara. Sin embargo, no lo descartó, teniendo en cuenta las barreras que están dispuestos a plantar sus rivales. Los demócratas están preparados para a hacer pagar a los republicanos el haber obstruido la nominación de Merrick Garland, a quien Obama había elegido para ocupar la vacante que dejó Antonin Scalia al fallecer el año pasado.

Unido al conservadurismo clásico de la elección de Trump, Gorsuch no es una figura muy apetecible para los legisladores más progresistas. Los republicanos han prometido que, antes de activar cualquier última medida, tratarán de convencer a senadores opositores de que cambien el sentido de su voto, especialmente a aquellos de estados tradicionalmente conservadores y que buscarán la reelección en 2018.

No es el único frente de batalla en el Capitolio. Los procesos de ratificación de los nominados para integrar el gabinete de Trump continúan y los demócratas están dispuestos a usar todas las estrategias posibles para imposibilitar o retrasar las confirmaciones.

“Usaremos uñas y dientes”, prometió el líder de la minoría demócrata, el senador Chuck Schumer.

El conflicto llegó hasta tal punto que los republicanos tuvieron que cambiar las reglas de los comités senatoriales que requieren de la presencia de al menos un senador del otro partido para hacer avanzar las confirmaciones para el Tesoro (Steve Mnuchin) y Salud (Tom Price). Los demócratas pretendían boicotear las nominaciones con su ausencia, pero los republicanos las avalaron sin ellos.

Acto seguido, la Casa Blanca denunció, otra vez, los juegos políticos de los demócratas para evitar la conformación del gobierno.

Hasta ahora, Trump ha conseguido la ratificación de seis nombres, cuatro de ellos en puestos clave de su administración: los secretarios de Defensa (James Mattis) y Seguridad Nacional (John Kelly), el director de la CIA (Mike Pompeo), y desde ayer, el secretario de Estado, Rex Tillerson.

Tillerson jura como secretario de Estado. El nuevo y controvertido nuevo jefe de la diplomacia estadounidense, ex directivo de la petrolera ExxonMobil y distinguido con la Orden de la Amistad de Rusia sin experiencia diplomática previa, era una de las elecciones más controvertidas del presidente de EU. Se demostró en una votación en la que obtuvo 43 votos negativos, el mayor número de opiniones en contra en toda la historia del cargo. Pero al final, logró el sí del Senado y juró el cargo horas después ante Trump, quien dijo que “es tiempo de poner un enfoque claro a los asuntos exteriores” y que “estamos mejor cuando actuamos en armonía y no en conflicto”.

La que parece que podría tener problemas es Betsy DeVos, la millonaria seleccionada para el Departamento de Educación. Dos senadoras republicanas, Lisa Murkowski y Susan Collins, han puesto en riesgo la ratificación. Murkowski explicó que las llamadas de sus constituyentes contra la nominada fueron determinantes para decidir el sentido de su voto. “No es una decisión para tomar a la ligera. Tengo mucho respeto por la señora DeVos pero no podré, no puedo votar para confirmarla”, ratificó Collins. Si se les une un republicano más, la nominación quedaría en riesgo.

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