Centroamérica recibirá en los próximos meses un alud de cocaína de América del Sur hacia México y Estados Unidos, por el impacto del proceso de paz en Colombia en la narcoactividad con una recomposición del nexo entre los cárteles mexicanos y las mafias regionales con los ex guerrilleros de las FARC que sigan involucrados en la producción y distribución de sustancias ilícitas.

El ministro de Seguridad Pública de Costa Rica, Gustavo Mata, reveló a EL UNIVERSAL que, según datos de inteligencia, el tráfico de cocaína del sur al norte de América, que aumentó de mil 200 toneladas en 2015 a mil 700 en 2016, crecerá y oscilará entre las 2 mil y las 2 mil 400 toneladas en 2017. “Esto nos pone en peligro como región”, dijo Mata, quien a finales de enero pasado se reunió en Colombia con las máximas autoridades colombianas de seguridad.

“Advertí hace más de dos años de que teníamos información de que en los países del sur del continente se daba mayor producción de la hoja de coca y, por lo tanto, habría mayor trasiego de droga por la zona. Esto me lo confirmaron en la reciente visita a Colombia: se me indicó que efectivamente es positivo eso y con el agravante de que va a seguir en unos tres o cuatro años más en esa misma línea”, agregó.

“Con la desmovilización de las FARC, por la falta de liderazgo surgirán grupos pequeños [de ex guerrilleros] con la misma mentalidad que venían trabajando pero ya por separado de querer hacer su negocio y cada quien por separado haga una estructura para enviar cocaína a EU o Europa”, narró.

Aunque la mayor parte de la cocaína procede de Colombia, donde están las principales bases para producir esa droga y las más grandes plantaciones de hoja de coca, la mercancía también es enviada a Centroamérica desde Venezuela y Ecuador, que tienen laboratorios y centros de acopio de la sustancia procesada en suelo colombiano.

Más producción. El presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, alertó esta semana que “de fuentes de inteligencia y de cooperación internacional recibimos información de que se ha duplicado la producción de droga en Colombia”.

Varela instó al mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, a que “redoble los esfuerzos para erradicar los cultivos de la droga y la lucha contra aquellos grupos que, aunque se desmovilizan, algunos siguen vinculados abiertamente al narcotráfico”.

El fiscal general de Costa Rica, Jorge Chavarría, dijo a este diario que apoya el proceso que pone fin a más de 52 años de guerra en Colombia pero que numerosos ex guerrilleros de mandos medios continuarán en el narcotráfico pese a que la paz implica desarmar y desmovilizar a miles de rebeldes para su reinserción social.

“Un muchacho de 18 años que ha estado en los últimos cinco años en las FARC, lo único que sabe es disparar una AK-47. No conoce oficio. La reintegración es compleja y difícil y la gente de la tropa que no se incorpora es muy probable que continúe en el narcotráfico o se meta a esa actividad”, afirmó.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y Santos firmaron el 24 de noviembre pasado un acuerdo general de paz, ya en ejecución y negociado en Cuba desde noviembre de 2012, en el que la guerrilla prometió romper todo nexo con la narcoactividad.

“¿Qué va a pasar en la recomposición que se dará naturalmente en las organizaciones productoras de coca [en Colombia] que manejan el mercado de la cocaína en territorios ocupados por las FARC?”, preguntó Chavarría. “La expectativa” es que haya casos como el recientemente descubierto con ex guerrilleros reclutados por narcotraficantes de Brasil, adujo.

Rechazo. Las FARC han negado estar involucradas en narcoactividad desde hace más de 20 años para financiar sus operaciones. Un documental de septiembre pasado del canal Cablenoticias, de Bogotá, puntualizó que de los mil 103 municipios colombianos, las FARC tienen presencia en 281 y, de estos, en 173 operan también organizaciones criminales y en 190 hay economías ilegales, como cultivos de hoja de coca y de marihuana.

Chavarría narró que las mafias entregan la droga a los cárteles mexicanos en Colombia y en otros países sudamericanos para que la movilicen en Centroamérica por corredores marítimos del Pacífico y del Atlántico o por trillos aéreos y terrestres.

Centroamérica, que hace más de 45 años es puente del incesante narcotráfico del sur al norte, enfrenta un panorama multifactorial:

Meta: El gobierno de Colombia anunció en enero pasado que planea erradicar 100 mil hectáreas de plantaciones de hoja de coca en 2017 para reducir la producción de cocaína. La meta de 2016 fue erradicar 20 mil y se eliminaron 17 mil.

Oferta: El ex presidente colombiano Andrés Pastrana (1998-2002) informó a este diario que en 2000, cuando Washington y Bogotá lanzaron el Plan Colombia que aceleró la lucha anticrimen y contrainsurgente, había unas 180 mil hectáreas de plantaciones de hoja de coca en suelo colombiano.

En los siguientes 24 meses se redujo a unas 90 mil y en 2010 se bajó a 40 mil, explicó Pastrana, al informar que luego de que Santos suspendió en 2014 la fumigación aérea para erradicar cultivos ilícitos, aumentó de 40 mil a 90 mil en el primer año, a 150 mil en 2015 y a casi 200 mil en 2016.

Bodegas: Chavarría reveló a este periódico que en los últimos dos años hubo una “salida inusual” de grandes cantidades de cocaína de Colombia a Centroamérica, con envíos que crecieron de 500 kilos a cuatro toneladas por cargamento.

Anticipándose a un impacto del proceso de paz en las zonas colombianas productoras de droga, los narcotraficantes decidieron sacar la mercancía de Colombia y de otras naciones, almacenarla y “enfriarla” en bóvedas o bodegas centroamericanas a la espera de reexportarla a EU en cantidades pequeñas que eviten mayor exposición.

“La droga sigue fluyendo”, insistió Chavarría, al recordar que ahora, en vez de mafias “muy sofisticadas” como los cárteles colombianos de Cali y Medellín ya desaparecidos y que dominaron el negocio desde 1980, hay “pequeñas organizaciones” que se marginaron de la paz.

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