La llegada de Donald Trump a la Casa Blanca ha conseguido poner en jaque la relación que hasta ahora mantenían Estados Unidos y México. Ese deterioro de la convivencia se mantendrá, a no ser que el presidente estadounidense cambie su “vilipendio” hacia los mexicanos y trabaje para revertir la situación.

Eso concluye el más reciente reporte sobre la relación EU-México del centro de pensamiento progresista Center for American Progress (CAP), de Washington, titulado “Preservando y fortaleciendo la relación EU-México”, hecho público ayer.

El documento indica que en las últimas décadas México se ha convertido en un socio prioritario de EU: no sólo en lo comercial, sino también como actor a escala global, un puente con las economías en desarrollo y un apoyo en las políticas en el resto del continente. “México no es la caricatura simplista que el presidente Trump ha creado”, señala el estudio.

“Antes de que Donald Trump fuera mandatario, la relación económica y de seguridad entre Estados Unidos y México era más fuerte que nunca”, aseguró Dan Restrepo, uno de los autores. “Las amenazas de la construcción del muro, el vilipendio de la población mexicana, y las políticas de inmigración draconianas están amenazando con destruir esta duramente ganada relación. Los eventos de la semana pasada sólo lo hacen más posible. Este informe muestra que hay un camino para construir esta relación en lugar de hacerla pedazos”, añade.

Para los autores, la conclusión es muy simple: la nueva administración de la Casa Blanca debe apreciar “la dinámica real en el corazón de la relación entre EU y México y tener una agenda basada en la cooperación construida en el reconocimiento de que los lazos entre la población son la espina dorsal de una más consecuente relación bilateral”.

El primer paso es que la administración de Trump cambie su visión sobre los mexicanos, que les deje de culpar de las fallidas políticas que han afectado al trabajador estadounidense, “expuestos a los efectos negativos de la globalización”.

La delicada situación de la relación bilateral es, según el estudio del CAP, muy fácil de finiquitar: si se mantiene la “guerra” contra los casi 6 millones de mexicanos indocumentados que residen en EU, la tensión escalará más.

“Ningún país podría esperar de forma razonable mantener una relación de trabajo positiva en un amplio rango de temas con otro país si está dispuesto a ejecutar una política de deportación masiva; sería políticamente inmaduro pensar que con México podría ser diferente”, añade.

El reporte también hace referencia al mayor punto de fricción entre ambos países: el muro en la frontera. Los expertos reconocen la necesidad de atajar el problema fronterizo con la infraestructura adecuada, una descripción en la que no entra de ninguna manera la construcción de una barrera física entre ambos países.

“Construir un muro no sólo sería un desastre fiscal y ambiental, sería un ataque frontal a los valores estadounidenses y haría que la Unión Americana fuera un país más indefenso, socavando la vital cooperación mexicana”, apunta.

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