Río de Janeiro.— Jhonatan Gonçalves dos Santos tiene 12 años, el cuerpo a punto para el estirón, una hermana melliza, Ana Beatrix, y otra que se llama Isabelly y que es más pequeña.

Isabelly, de 8 años y de cabello ensortijado, abraza a todo el mundo con una alegría desbordante. Los tres son- ríen mucho y son muy tímidos. Viven en una favela a una hora y media del Club France, un sitio muy elegante montado en la Sociedad Hípica Brasilera donde, entre tiendas de ropa y de comida, los fans del deporte pueden alentar a los equipos franceses.

En el Morro do Fubá, en cambio, no hay tiendas ni plazas para que los niños jueguen, ni red de gas, ni calles saneadas. Es un sitio un poco muerto, donde cada tanto suenan tiros de una guerra que nadie quiere, entre traficantes de droga y milicianos (una suerte de parapolicías cariocas que ofrecen “protección”). Cuando eso ocurre, la madre de los hermanitos Gonçalves dos Santos los esconde debajo de la cama.

El sábado pasado, los tres recorrieron el largo camino hasta el Club France y estuvieron con los atletas galos y con el ministro de Deportes de Francia, Patrick Kanner. Ellos, que practican esgrima desde febrero, no lo podrían haber imaginado. Tampoco podría haberlo hecho su madre, una cocinera de 36 años que los crió sola y que llegó de Feria de Santana –en la lejana Salvador de Bahía–, cuando fue la única mujer del barrio que quiso anotar a sus hijos en un programa de la ONG Terr’Ativa, que había logrado que el equipo de esgrima de Francia apadrinara a tres niños del lugar financiando sus lecciones, el alimento y el transporte hasta la sala de armas.

“La esgrima es muy cansadora, pero nos gusta mucho”, dijo a EL UNIVERSAL Ana Beatrix. “Cuando empecé, sentía miedo, porque no conocía a nadie en la sala de armas”, agregó su hermano Jhonatan. Viven en una casa con una sola habitación, donde duermen junto a su madre, y van a la lección de esgrima una vez por semana, en el Grajaú Country Club, a una hora del morro: es el mejor día de la semana.

“Las clases tienen el objetivo de formar verdaderos atletas a través de un ejercicio individualizado e intenso, para que la práctica deportiva pueda tener un impacto amplio en el desenvolvimiento físico y cognitivo de los niños”, dijo Justine Laborde-Barbanègre, una francesa que vive hace cuatro años en Río y que es la coordinadora de la única ONG que trabaja en Fubá, que nunca pudo dejar de ser una favela alejada y olvidada.

Pero la historia de cómo los hermanitos Gonçalves dos Santos fueron apadrinados por el equipo de Francia comenzó el año pasado con otro eslabón: Laurent Daufès, un documentalista que desde hace varios años vienen siguiendo con su cámara al equipo de esgrima de Francia. Él fue quien tuvo la primera idea. “Cada vez que vamos a un país en las Olimpiadas, nos llevamos mucho y no dejamos nada a cambio”, dijo, al lado de los niños, en el Club France. “Por eso hablé con el equipo de esgrima de Francia y les pregunté si querían dar algo en Río”. Daufès se preocupó por encontrar un proyecto con estabilidad, para pensar a largo plazo, y tomó contacto con la ONG Terr’Ativa, primero por correo.

Unos meses después, cuando en Río se celebró un Grand Prix de esgrima, en mayo de 2015, visitó la favela con los atletas. “Fuimos con el equipo de espada: los atletas creían que iban a ver algo parecida a la película Ciudad de Dios, con gente armada y con drogas, pero yo les expliqué qué era un sitio distinto, más tranquilo”. Cuando entraron, fueron a la escuela e hicieron una demostración delante de 200 niños. “Cada vez que vuelvo a Río, llevo a algún atleta al morro y se lo presento a los niños. Espero que podamos hacer una sala de deportes ahí”, dijo Daufès. Necesita 25 mil euros.

Los esgrimistas franceses, que ahora mismo están muy concentrados pensando en sus competiciones, están encantados con el proyecto. El padrinazgo se extendió del equipo de espada a la selección general de esgrima (sumando a los equipos de sable y de florete), y luego a la Federación Francesa de Esgrima. “Esta oportunidad se nos presentó y no tenemos ningún interés o cálculo especulativo: en Francia creemos mucho en la educación a través del deporte y en el deporte como vector de inserción social”, dijo a este diario, por correo desde la concentración, el multicampeón de espada Gauthier Grumier, uno de los principales interesados en ayudar a los niños de Fubá. “Llevar la esgrima a la favela es algo inédito”.

Ahora, los hermanitos Gonçalves dos Santos usan el equipo de esgrima de dos atletas de alto rendimiento: Hugues Obry (actual coach francés, esgrimista famoso) y Ulrich Robeiri (medalla dorada en Beijing y varias veces campeón mundial). Hace seis meses que tomaron por primera vez una espada y ya aprendieron. “El respeto a los demás y la estocada a fondo”, dijo Ana Beatrix, que quiere ser veterinaria. “El paso marcial y cómo ponerse la chaqueta y la careta”, dijo Jhonatan, que sueña con ser un jugador de fútbol. Participarán en su primera competencia en noviembre. Destino touché.

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