San Ysidro, Tijuana.— Héctor Barajas se acerca a las puertas giratorias de la garita internacional de San Ysidro, en Tijuana. Lleva un saco oscuro del que penden las insignias que se ganó en sus años como paracaidista del ejército de Estados Unidos.

Intenta regresar a su “verdadera patria”. Aunque nació en Fresnillo, Zacatecas, y emigró con sus padres a los siete años, se enamoró tanto de EU que a los 18 años se enlistó en la armada de esa nación. Barajas, hoy de 45 años, mira a los ojos al oficial de migración que vigila la puerta de entrada a EU e intenta contener el temblor de sus manos al mostrarle la documentación que avala que está ahí para solicitar un permiso humanitario que le permita entrar a EU a reunirse con su familia y atender sus problemas médicos. Recuerda aquel día, hace 27 años, cuando se enlistó al ejército de EU. “Era residente y no me hice ciudadano americano porque cuando terminó mi contrato nadie me dijo que podrían expulsarme de Estados Unidos. En 2004 disparé mi arma de fuego contra un vehículo en movimiento. Me detuvo la policía, me encarcelaron tres años y el día de mi liberación me quitaron la residencia y me deportaron”.

Ayer se “entregó” junto con otras 11 personas, nueve soldados y marinos, pero también madres y padres deportados, en una acción multitudinaria de protesta por el abandono que han sufrido y la deportación injusta por parte de las autoridades de EU. Combatieron con orgullo en Vietnam, en Kosovo, en Irak o Afganistán. Pero aun así, y pese a tener secuelas de sus heridas de guerra incluyendo el síndrome de estrés postraumático, EU los deportó.

“Algunas personas se refugiaron en las drogas, el alcohol, porque nunca recibieron ningún tratamiento siquiátrico por parte del gobierno. Regresaron con muchos traumas, que sacaron de distintas maneras y al deportarlos no se hicieron cargo de ellos”, lamenta Barajas.

Hoy buscan regresar a EU, asesorados por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), que se basa en la demanda que en 2015 ganó la mexicana Isidora López, quien logró volver tras haber firmado su deportación voluntaria bajo amenaza. Pero no se sabe cuántos, si es que alguno, de los veteranos, repetirá la historia de Isidora.

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