Londres

Con la sociedad británica dividida tras los resultados del referéndum sobre el Brexit y luego de semanas de incertidumbre política y económica, Theresa May llega a ocupar el cargo de primera ministra de Reino Unido con la misión de llevar al país a su siguiente destino: abandonar la Unión Europea (UE) de la manera más diplomática posible.

Mucho antes de ser la segunda mujer en ocupar el número 10 de la calle Downing —hogar oficial del premier inglés—, May, de 59 años, había hecho historia al ser la primer mujer en liderar al Partido Conservador y la segunda persona que por más tiempo ha servido como secretaria del Interior en el último siglo.

Nacida en el condado de Sussex (el 1 de octubre de 1956), pero criada en Oxfordshire, May fue la única hija de una familia de clase media en la que su padre era un vicario de la Iglesia anglicana y murió en un accidente automovilístico cuando ella tenía 25 años, mientras que su madre era una militante del Partido Conservador, al que May se unió a los 12 años.

“Mi padre era un pastor en la iglesia local y mi abuelo fue un capitán de regimiento, el servicio público es parte de quién soy desde que tengo memoria”, ha dicho sobre
su educación familiar.

Sus estudios básicos los realizó en un colegio de monjas católicas y más tarde en la escuela pública de Wheatley Park. La joven Theresa Brasier, como se le conocía por su nombre de soltera, disfrutó durante sus primeros años de la vida provincial: participaba en obras de teatro producidas por su padre y los sábados trabajaba en una pastelería local para obtener un poco de dinero.

En 1973 se matriculó en la Universidad de Oxford para estudiar Geografía y fue ahí donde, al igual que muchos de sus compañeros, descubrió su pasión por la política. En su tercer año de estudios conoció a su futuro esposo, Philip, quien era presidente de la Unión de Oxford, un grupo de la facultad para aquellos interesados en ser futuros líderes políticos. De acuerdo con algunas versiones, fueron presentados en un baile de la Asociación de Conservadores por una joven Benazir Bhutto, quien años después llegaría a ser primera ministra de Paquistán. Theresa y Philip se casaron en 1980.

En una entrevista de 2011, uno de sus amigos de la universidad, Pat Frankland, fue cuestionado sobre la entonces secretaria del Interior: “No recuerdo una época en la que ella no tuviera ambiciones de convertirse en la primer mujer en ser primera ministra; de hecho, se mostró bastante molesta cuando Margaret Thatcher logró serlo antes que ella”.

Su género, como estandarte en la política. Tras graduarse de Oxford, May se mudó a Londres para trabajar inicialmente en el Banco de Inglaterra. Sin embargo, se adentró en el mundo de la política formalmente como concejala en el distrito londinense de Merton. Por entonces había abandonado la banca y se encontraba trabajando en la Asociación de Servicios de compensación de pagos, donde permaneció siete años, primero como jefa de asuntos europeos y después como asesora principal de asuntos internacionales.

En 1997 dio el salto completo a la política y fue elegida miembro del Parlamento por Maidenhead. En 2002 se convirtió en la primera mujer en presidir al Partido Conservador británico.

Durante toda su carrera ha tratado de reivindicar el papel de la mujer en la política. En 2006 fundó la asociación Women2win, cuyo objetivo es defender la llegada del sector femenino al Parlamento. Sin embargo, es difícil deducir sus intereses sociales, pues por un lado apoyó el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero se rehusó a que pudieran adoptar hijos.

De aquellos años se le recuerda por un discurso que levantó controversia. May afirmó que el Partido Conservador era visto como el nasty party (el partido desagradable), declaraciones que causaron un gran revuelo. Años después, en 2014, volvió al centro del escándalo cuando llamó a los policías “vagos” y “corruptos”.

También ha sido víctima de críticas, como cuando se comprometió a reducir la inmigración neta por debajo de las 100 mil personas al año y fracasó.

Estilo. Por encima de estos hechos, si hay algo que los medios británicos han destacado de ella en estas décadas ha sido su estilo, caracterizado por los trajes sobrios y elegantes acompañados de complementos llamativos, entre ellos, zapatos de tacón con estampado de piel de leopardo.

Un medio local llegó a llamarla la nueva Cara Delevingne (comparándola con la joven actriz, modelo y cantante británica) de la política, un comentario al que May respondió con una son- risa, pese a que el sentido del humor no es una de sus principales cualidades, según afirman los que la conocen.

Sin embargo, May es una amante de la moda y ha dejado claro que no le importan las opiniones de los demás acerca de su aspecto. En una entrevista aseguró que si estuviera atrapada en una isla y pudiera llevar un artículo de lujo, éste sería su suscripción vitalicia a la revista Vogue.

Además del comparativo casual con Delevingne, es inevitable compararla con la Dama de Hierro, Margaret Thatcher, la única mujer que ha sido más poderosa que ella en el partido y con quien comparte alma mater, así como sus orígenes de clase. También se la considera la nueva Angela Merkel (la canciller alemana), ambas son conocidas por su firmeza y resolución, son hijas de un vicario y no tienen hijos. Pese a tener más de 30 años en la política, se sabe relativamente poco de May. Solamente se han filtrado algunos detalles sobre ella, como su amor por la cocina que la ha llevado a coleccionar más de 100 libros de recetas y en 2013 dio a conocer que padecía diabetes, razón por la cual debe recibir diariamente una inyección de insulina, fuera de eso no hay más información de su vida personal.

Este secretismo respecto a su vida privada fue una de las claves del discurso que pronunció al anunciar su candidatura para suceder a David Cameron —quien renunció el 24 de junio tras darse a conocer los resultados del referéndum en el que ganó la opción de salir de la Unión Europea—: “No soy una política vistosa. No hago tours prensa. No me gusta ser la que lleva los chismes a la gente en almuerzos. No bebo en los bares del Parlamento. Simplemente hago el trabajo que tengo delante”, afirmó, tras asegurar ser “la mejor persona para dirigir este país”.

Ella ganó su lugar como primera ministra siguiendo la máxima de no interrumpir al oponente mientras se equivoca. May, conocida por su carácter poco carismático con los medios, se mantuvo en silencio mientras sus contrincantes se descartaban entre sí.

Acciones al entrar. Tras la aprobación de la reina, el pasado 13 de julio, May se instaló como primera ministra y en sus primeras acciones designó en su gabinete a mujeres al frente de los ministerios de Justicia, Interior y Educación. También sumó a su rival en la carrera por suceder a Cameron, Andrea Leadsom, quien en la campaña la hizo menos por no ser madre, quien ahora se desempeña como ministra de Medioambiente.

May no parece una reformista, pero sí ha mostrado mano dura en sus primeras horas. Hace una semana completó un gobierno de sesgo derechista. En su gabinete integró a George Osborne, quien era canciller de Hacienda, y también a Michael Gove, quien se desempeñaba como ministro de Justicia y era visto como el hombre que, para buscar convertirse en primer ministro, “apuñaló por la espalda” a Boris Johnson, su socio en la campaña en favor del Brexit, quien ahora ocupará la cartera de Exteriores.

Hay todavía más peso para los que votaron por la salida de Europa en el nuevo gabinete. David Davis, conocido eurófobo, será el primer titular del nuevo ministerio de Brexit. También incorpora a su gobierno a otro proBrexit, el derechista Liam Fox, quien será el responsable del Ministerio de Comercio Exterior, otra cartera claramente orientada a paliar las heridas de la ruptura.

Para compensar, Amber Rudd, quien hizo una enérgica campaña por la permanencia, mofándose incluso de Johnson en un sonado debate, pasa a sustituir a la propia May en Interior. El canciller de May, el hombre que llevará las cuentas, será Philip Hammond.

Sólo han resistido cuatro ministros de Cameron (Defensa, Salud, Gales y Escocia), pero los puestos claves tienen un objetivo y es respaldar a la primera ministra en su promesa de cumplir el mandato del pueblo y salir de Europa.

Buscar la unidad. Desde el mismo atril frente al número 10 de la calle Downing, donde la semana pasada se despidió Cameron junto a su mujer y sus tres hijos, May ofreció su primer discurso. Corto, enérgico y sorprendente: un llamado a la justicia social, que en realidad —aunque ella se cuidó de expresar lo contrario— contrastaba con los últimos seis años de la política económica de George Osborne.

May enfatizó que trabajará “por un Reino Unido que funcione para todo el mundo y no sólo para unos pocos privilegiados”. Arrancó elogiando a Cameron, al señalarlo como “un gran primer ministro moderno” que estabilizó la economía, redujo el déficit y aumentó el empleo.

El otro asunto que quiso enfatizar no fue el Brexit, como cabría esperar, sino el problema de la desunión de Reino Unido con la Unión Europea. Apenas habló de la ruptura de su nación con Europa y señaló simplemente que buscarán “un nuevo rol positivo en el mundo al tiempo que dejamos la UE”.

En cambio, hizo gran hincapié en “los lazos preciosos de unión entre las naciones que conforman Reino Unido” y recordó: “Mi partido se llama en realidad Partido Conservador y Unionista”.

A las 17:07 de la tarde del 13 de julio, la puerta del número 10 de Downing Street se cerró a las espaldas de Theresa y Philip. Antes de irse, la nube de fotógrafos les pidió un beso frente a la puerta de la residencia oficial, una solicitud así es no conocer de qué madera está hecha la hija del vicario quien, por supuesto, se negó y recibió el primer abucheo de la prensa.

May vestía de negro, pero con detalles de color amarillo. Calzaba sus zapatillas de tacón bajo de las grandes ocasiones: las de estampado de leopardo. El tiempo dirá cómo pisa esta conservadora sólida, quien llega con estandarte de lucha por la justicia social.

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