Bruselas.- La sacudida causada por la decisión de los británicos de salir de la Unión Europea, no será breve ni pasajera.

Eurodiputados, jefes de gobierno y centros de estudio advierten que el clima tóxico que se respira en Europa a causa de la propagación del germen del nacionalismo, incluso, puede echar abajo lo construido hasta ahora.

“Tenemos que actuar. Nuestra Unión sólo existirá si tiene el apoyo de millones de ciudadanos y ese apoyo no puede darse por hecho. Los sentimientos de muchos votantes británicos se comparten en muchos otros estados miembros”, alertó en su intervención del martes ante el Parlamento Europeo, Jeanine Hennis-Plasschaert, Ministra de Defensa de Holanda, país que ostenta la presidencia semestral de la Unión Europea.

El primer ministro de Grecia, Alexis Tsipras, comparte la preocupación: “Esta crisis era predecible por el déficit democrático, la ausencia de cohesión social y la falta de solidaridad en Europa. [El Brexit] debe ser una llamada de atención. Europa tiene que tomar decisiones valientes para reemplazar la austeridad por el crecimiento, la división por la convergencia, el desempleo por trabajos dignos”.

Los más fieles europeístas, como el ex primer ministro belga y líder del Partido Liberal Europeo, Guy Verhofstadt, consideran que para evitar una catástrofe, Europa debe recuperar las grandes ideas de los padres fundadores de la integración.

Mientras que aquellos que creen en una Europa unida al servicio de la ciudadanía, y no de los merados financieros y las grandes trasnacionales, piensan que el proceso de rescate debe partir de “la autocrítica”, la cual hasta ahora brilla por su ausencia, en palabras de la presidenta de la Izquierda Unitaria Europea, Gabriele Zimmer.

La eurodiputada alemana sostiene que Bruselas debe reconocer que votaron contra la Unión aquellos que temen perder su empleo, su pensión y el acceso a la salud. Igualmente tiene que aceptar que muchos europeos están resentidos por la crisis financiera y el “brutal trato” de los prestamistas internacionales hacia Grecia, Italia, Portugal y Chipre.

“La UE no ha demostrado que puede proteger a sus ciudadanos ante los riesgos de la globalización”, asegura Zimmer.

Desde el 2008, el club parece haber perdido la brújula; en lugar de ocuparse de los temas más acuciantes para los europeos, como es la erosión del estado de bienestar y el desempleo juvenil, se ha venido desgastando de crisis en crisis, desde la financiera, hasta la migratoria, la de seguridad por terrorismo y ahora por el Brexit.

Para el primer ministro holandés Mark Rutte, quien entregará a Eslovaquia éste viernes la presidencia en turno del Consejo Europeo, la apuesta de la Europa de los 27 no debe ser una nueva convención para profundizar la integración, ni el lanzamiento de reformas innovadoras. Considera que el futuro está en utilizar los instrumentos disponibles para arrojar resultados tangibles en beneficio de la ciudadanía.

“En lugar de soñar con pasos hacia adelante poco realistas, tenemos que pensar en metas tangibles y alcanzables, incluso si no son fáciles. Esto mostraría al mundo que la UE no sólo sobrevivirá, crecerá más fuerte”, sostiene Stefano Micossi, experto del think tank Centre for European Policy Studies (CEPS).

Un primer esto en la dirección correcta, podría ser el relanzamiento de las negociaciones para una Unión Bancaria, esencial para evitar que se repitan casos como el griego; y la implementación de las decisiones colectivas diseñadas para afrontar desafíos como el éxodo de refugiados.

Sin resultados concretos, Europa seguirá desconectada de una sociedad inconforme y mantendrá viva la profecía del líder del UKIP, Nigel Farage: “Gran Bretaña no será la última en dejar la UE”.

Para el líder del Partido Popular, el eurodiputado alemán Manfred Weber, urge salvar el proyecto comunitario de la destrucción, porque Europa no tiene “plan B”, ni alternativa ante el populismo xenófobo.

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