Vuelos a Reino Unido a precio de saldo el 23 de junio. Ese día el país decide si quiere ser europeo. Por eso Ryanair, la compañía aérea de bajo coste que más se ha beneficiado de la disolución de fronteras en el continente, casi regala los billetes. Es su forma de animar al millón de británicos residentes en la UE a que vuelva a casa a votar por quedarse en la Unión.

Cada papeleta cuenta en un momento en que 4 millones de votantes aún no saben qué quieren. Pero esta semana la noticia reina en los tabloides fue que, en la recta final, por primera vez los partidarios del Brexit, la salida de la UE, se ponen por delante, según dos encuestas de YouGov e ICM.

La razón del cambio de tendencia es que, durante la primera parte de la campaña, el debate se centró en la economía. Ahora se trasladó a la inmigración, y ahí el sector nacionalista se siente más cómodo.

En lo económico, la batería de argumentos para permanecer en el club se había vuelto disuasoria. Si Reino Unido se desvincula, se le plantearían varias opciones para insertarse en el mercado europeo, y ninguna muy ventajosa: formar parte del Espacio Económico Europeo (como Noruega), los acuerdos bilaterales (como Suiza), una unión aduanera (como Turquía), un acuerdo de libre comercio con la UE (como Canadá), o ser meros socios en tanto que miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Todas estas alternativas implicarían la pérdida de muchos millones para Londres. Según el Tesoro británico, la caída de PIB oscilaría entre 3.4% y 9.5% para 2030. Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), vaticinó que se hundiría la vivienda, se frenaría la inversión, se encarecería el crédito y se estancaría el crecimiento. Por si esto no asustara bastante, la OCDE cuantificó el costo de la salida en un mes de salario para cada hogar británico. No hay “ningún tipo” de acuerdo comercial que reportara a la economía del Reino Unido mayores beneficios “por sí sola y sin la compañía de sus socios europeos”, dijo a la BBC el mexicano Ángel Gurría, secretario de la OCDE.

En respuesta, entre los partidarios del Brexit circula un vídeo con una comparecencia de Boris Johnson, el ex alcalde de Londres y gran defensor de la salida, que resume la posición euroescéptica: sería un error histórico sacrificar la democracia por asuntos de dinero. En la lectura de ese sector, democracia equivale a soberanía nacional: que Reino Unido decida solo sobre su futuro, y no en acuerdo con otros países.

Ante este cariz cada vez más emocional de la discusión, organizaciones dedicadas a comprobar datos, como Full Fact, acusan a ambas campañas de jugar al despiste. El debate se estaría desviando a asuntos que poco tienen que ver con la permanencia en Europa, como por ejemplo la política migratoria con ciudadanos de países que no son de la UE.

Estas asociaciones recuerdan que el 23-J los británicos realmente votan si activar el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, que regula el procedimiento de salida de un Estado miembro. Esta ruptura no sería automática, sino que se abriría una negociación sobre las reglas del divorcio. Si no se llegara a un acuerdo, los Tratados dejarían de aplicarse automáticamente en dos años. Por lo tanto, al día siguiente de decidir en las urnas el Brexit, todo estaría aún por concretar. Esa indefinición ha llevado a no pocos articulistas británicos a mostrarse partidarios de votar por la salida de la UE con la esperanza de que Bruselas intente retener a Londres ofreciéndole un estatus especial. Sin embargo, fuentes diplomáticas conocedoras de la negociación aseguran que esa posibilidad es descabellada.

Entre tanta especulación, sus detractores acusan a la campaña del Brexit de no definir cómo se organizaría un Reino Unido sin Europa. Una de las grandes preguntas es qué sucedería con los tres millones de continentales residentes en Reino Unido. ¿Qué derechos tendrían? Y la cuestión más acuciante para las islas: ¿qué pasaría con los británicos residentes en otros países de la UE? ¿Y con los cientos de miles que viven de hacer negocios con Europa?

Esa posición la encarna Graham Hunt, un emprendedor inmobiliario británico establecido en Valencia. Trabaja para extranjeros que quieren adquirir propiedades en España. “Actualmente mi empresa está basada en Reino Unido, pero si hubiera problemas tras un Brexit, tendría que sacarla de allí”, cuenta. Hunt asegura que, ante esta misma amenaza, conoce a “muchos hombres de negocios británicos buscando abrir un negocio en España para tener un pie en el mercado europeo”. Y España ni siquiera sería el principal puerto seguro para británicos con intereses comerciales tras la ruptura de lazos: “Irlanda y otros países con una legislación más interesante para los negocios serían los primeros beneficiados”, explica. En este contexto de incertidumbre para ciudadanos y empresarios, han pesado mucho las ambigüedades mostradas por los dos grandes partidos británicos.

Los conservadores están divididos sobre el Brexit, y los laboristas mantienen un perfil tan bajo que, aunque su líder, Jeremy Corbyn, ha defendido la permanencia, lo ha hecho con tan poca convicción (una de las bases de la política de Corbyn es la crítica a la austeridad impuesta desde Europa) que la mitad de sus votantes desconoce su postura final, según las encuestas.

Sólo los más mayores parecen tener claro qué quieren. Por mayoría abrumadora, ellos quieren la salida y regresar a los tiempos de gloria de la excepcionalidad británica. Para defenderlo se han inscrito disciplinadamente para votar en el referéndum (sólo 5% de los mayores de 65 años dejó de hacerlo). Por oposición, los menores de 25 son los más europeístas. Ellos componen la llamada “generación Easyjet”, en referencia a la gran aerolínea rival de Ryanair. Siempre han conocido un Reino Unido en la UE, están acostumbrados a viajar y aprecian el modelo europeo. Por eso, 75% de ellos apoya seguir en Europa. El problema es que 30% no se inscribió para el referéndum. Medio centenar de campañas en campus de todo el país intentan que, entre los exámenes, los jóvenes se preocupen por el que sería su futuro sin Europa. “Protege tu trabajo”, propone uno de los epígrafes de la web de Estudiantes por Europa, una de las organizaciones más activas en la campaña.

Otra clave de las brechas sociales que pueden definir el futuro británico la ofrece el British Election Study. Este estudio revela que el voto de las minorías étnicas sería desequilibrante. Mientras los británicos blancos se dividen casi al 50% entre los que quieren quedarse e irse, dos de cada tres votantes de otras razas apoyan seguir. El problema con estos cuatro millones de inmigrantes vuelve a ser el de la motivación: convencerlos para que el 23 de junio se acerquen a las urnas.

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