Gabriel Tortella (Barcelona, 1936) es catedrático emérito de Historia de la Economía en la Universidad de Alcalá, además de miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes. Cataluña en España: historia y mito (Gadir, 2016) es su última obra. En ella analiza el conflicto independentista como un problema eminentemente económico remontándose a sus orígenes históricos. Su discurso es tan riguroso como enemigo de las complacencias, y critica por igual al Estado español en su gestión de las exigencias catalanas, como a los políticos independentistas por usar la amenaza de ruptura como un chantaje.

Pregunta. ¿Dónde sitúa el inicio del conflicto independentista?

Respuesta. Pues, en contra del mito de que es un problema que se remonta a la Alta Edad Media, hasta la independencia de Cuba en 1898 los catalanes estuvieron encantados con España. En el siglo XVIII el comercio a América les permitía exportar sus productos, pero a medida que España fue perdiendo sus colonias creció el descontento catalán, que sintió que el Estado no había defendido sus intereses comerciales. Perder Cuba fue un golpe muy duro para la industria textil catalana.

Pregunta. ¿Y el elemento cultural?

Respuesta. También fue jugando un papel a partir de 1850 y la llamada Renaixença, un movimiento que reivindicó el catalán, que apenas se usaba. Fue un nacionalismo cultural, pero Cuba le dio otra dimensión al problema con esa sensación de “España nos ha fallado”.

Pregunta. ¿Y qué importancia han tenido el franquismo y la represión del catalán?

Respuesta. Franco trató a Cataluña con mucha dureza, pero fue la misma que usó contra todas las zonas republicanas, Madrid incluida. Y en lo económico el franquismo no le fue tan mal a Cataluña, la llamada “fábrica de España” porque su política autárquica le benefició. Tras la dictadura, los catalanes apoyaron la Constitución incluso más que otras regiones de España. En 1980 en Cataluña sólo era independentista el 5% de la población.

Pregunta. ¿Cuál es entonces el origen del conflicto moderno?

Respuesta. Jordi Pujol, el histórico dirigente nacionalista y presidente de Cataluña. Además de ser un ladrón [Pujol está siendo investigado por fraude fiscal durante 34 años, y sus hijos por varios casos de corrupción] machacó durante 40 años a los catalanes con mentiras históricas usando la educación pública y los medios de comunicación. Y el Estado español lo permitió por miedo a un conflicto. La historia en cada sitio se estudia supervisada por el Estado y de acuerdo a la óptica nacional: en México se habla de Cuauhtémoc, el cura Hidalgo y Morelos con devoción, pero en España se ha permitido que Cataluña dé en sus escuelas una versión que retrata a España como una nación opresora de lo catalán, cuando eso no es riguroso.

Pregunta. ¿Cree que el Estado español ha sido laxo?

Respuesta. Por supuesto. Y esa laxitud ha permitido que el catalán sea el único idioma en muchos aspectos en Cataluña en detrimento del español. Es como si en Oaxaca hubieran aceptado que la Administración sólo usara las lenguas zapotecas y nunca el español: a ver cómo lo veían en el DF.

Pregunta. ¿Y cómo explica el actual auge independentista?

Respuesta. Artur Mas [el entonces presidente catalán] se vio en 2011 con unas encuestas que afirmaban que en Cataluña el 40% eran independentistas. Con eso se plantó en Madrid exigiendo un régimen fiscal con privilegios iguales a los del País Vasco, pero el Gobienro no podía aceptarlo porque descompensaría la fiscalidad española. A partir de ahí, Mas comenzó a amenazar con la independencia. Y esas amenazas llevaron a las elecciones plesbicitarias del 27 de septiembre de 2015, en la que los independentistas no superaron el 50% ni en votos ni escaños, pero ya no pueden echarse atrás.

Pregunta. ¿Cuáles son las perspectivas entonces?

Respuesta. La independencia ahora no es posible porque no hay apoyo ciudadano suficiente, y en lo económico sería una debacle. Hay un gran egoísmo de los políticos catalanes: a ellos la desconexión les iría bien, porque en una Cataluña independiente Jordi Pujol nunca hubiera sido acusado de fraude; pero saben que no es viable, y se han metido en un lío del que no saben cómo salir. Mientras, mantienen la amenaza de irse como un chantaje al Estado y esperan que éste responda a sus provocaciones para así legitimarse ante su electorado.

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