No importa si los políticos y periodistas le llaman “barrio fallido”, “zona prohibida” o “semillero de la yihad”, la mexicana Rocío Rodríguez no se mudará de Molenbeek.

“De aquí no saldremos corriendo”, dice la originaria de Durango de 34 años, al recibir en su hogar a EL UNIVERSAL. “Ciertamente es un barrio con sus problemas, pero han exagerado, ha sido lastimoso todo lo que se ha dicho en los últimos días”.

Desde que llegó a Bruselas, hace casi 10 años, la egresada del Tecnológico de Monterrey vive en Molenbeek, un distrito de fuerte concentración árabe y por el que han pasado, en algún momento, implicados en actos de terror islámico, como Abdelhamid Abaaoud, señalado como el organizador de los ataques en París.

Para esta mexicana, que estudió la carrera de relaciones internacionales, “con tanta tierra que le han echado a Molenbeek en las últimas dos semanas han de imaginar que vivo en la versión europea de Ciudad Juárez”.

“Pero hasta el día de hoy, ninguna vez me he sentido amenazada, ni insegura. Incluso, me siento más insegura en el paradero de autobuses de Taxqueña que caminando de noche por Molenbeek”.

Separada del casco viejo por el canal que cruza la ciudad y la línea de tranvía 51, Molenbeek es una las 19 comunas que conforman Bruselas, la capital belga, tiene 100 mil habitantes y figura entre los cinco municipios más pobres del país, con un desempleo juvenil del 42% y un ingreso per cápita de 9 mil 844 euros, cuando la media nacional es de 16 mil 650 euros.

Para el ministro de Justicia belga, Jan Jambon, más que un distrito rezagado, “es un nido de terroristas”.

Jambon afirma que de los 130 yihadistas belgas que han vuelto al país de Siria, 85 vienen de Molenbeek.

“Si esto fuera una no-go zone como dicen, no jugaría basquetbol, ni me pasearía con mi hija”, sostiene Rocío Rodríguez, quien trabaja para una farmacéutica trasnacional, tiene una niña de 3 años y está casada con un belga.

La connacional describe Molenbeek como un barrio de convivencia, solidario, agradable y de gente simpática que convive en salones de té. “De ninguna manera es un lugar hostil”, continúa.

Pero al mismo tiempo, reconoce, está marcado por los estigmas, por un alto abandono escolar y por grandes problemas de identidad entre una juventud que no comparte los valores occidentales, pero tampoco los de sus padres turcos y marroquíes.

“El fracaso está en la falta de cohesión social, en la ausencia de una integración efectiva y en no atender las necesidades de chavos ociosos a quienes un reducido grupo de radicales terminan lavándoles la cabeza”.

“La reputación del vecindario es peor que antes y todo esto va a repercutir en la confianza. Esta cachetada debe servir para reinventarlo”, dice luego de confesar que sintió miedo cuando el premier Charles Michel declaró alerta máxima y apagó la ciudad en su totalidad durante cuatro días ante un “inminente” atentado como el que ocurrió en París.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses