En medio de un ambiente de condena y rechazo, el magnate y aspirante del partido republicano a la nominación presidencial, Donald Trump, se vio hoy obligado a rectificar sobre la marcha la indulgencia que mostró horas antes hacia dos de sus simpatizantes que se ensañaron y golpearon con saña y brutalidad a Guillermo Rodríguez, un migrante de origen mexicano de 58 años que es atendido en un hospital de Boston.

“El incidente de Boston es terrible. Necesitamos energía y pasión, pero necesitamos tratarnos con respeto unos a otros. Yo nunca condonaría la violencia”, aseguró Trump mediante un tweet que ha buscado corregir las declaraciones que, poco antes, había realizado desde New Hampshire para evitar una condena enérgica del ataque perpetrado contra el migrante mexicano que fue atacado la noche del pasado martes cerca de una estación de trenes de Boston, en la zona de Columbia Road.

“Sería una vergüenza”, se limitó a señalar Trump cuando se le pidió una primera reacción a la noticia sobre la paliza que se había producido en Boston contra un migrante mexicano.

“Pero la gente que me sigue es muy apasionada. Ellos aman a esta nación y quieren que vuelva a ser grandiosa otra vez”, añadió en una declaración que resonó con tono de excesiva indulgencia hacia un acto criminal de odio.

La brutalidad del ataque contra el migrante mexicano, que esa noche no había podido refugiarse en un centro de acogida, ha obligado a Trump a reconsiderar su primer declaración. Las declaraciones de uno de los inculpados, Scott Leader, de 38 años, quien aseguró ante la policía que “Donald Trump tenía razón y que todos estos ilegales deberían ser deportados”, obligó a la campaña del magnate a rectificar sobre la marcha para no dar la impresión de que el más firme aspirante a la nominación presidencial justificaba ese acto de violencia condenado enérgicamente ayer por el gobierno de México.

Mientras tanto, Guillermo Rodríguez, un mexicano que permanece bajo observación con golpes severos, hematomas y magulladuras, permanecía bajo el cuidado del personal médico en un hospital de la ciudad de Boston.

“Esperamos que después de que sea atendido de sus lesiones pueda recibir terapia de corto y mediano plazo para que cuando salga a la calle de nuevo lo haga con pleno uso de sus facultades”, aseguró el cónsul de México en Boston, Daniel Hernández Joseph.

Guillermo Rodríguez “ha sido víctima de un acto de violencia terrible”, aseguró el cónsul al confirmar que el gobierno de México se encargará de la asesoría legal de Rodríguez.

En EU una víctima de violencia tiene derechos y uno de ellos es la asistencia médica.

“El gobierno de México lo va a asesorar en sus derechos jurídicos”, añadió el funcionario mexicano al asegurar que serán las autoridades judiciales de EU quienes dictaminarán si, acaso, el ataque puede tipificarse como un acto de odio, un agravante que pesaría contra los dos atacantes.

“Nosotros ya hablamos con la fiscal que lleva el caso, Christina Miller, a quien comunicamos nuestra exigencia de que se aplique todo el peso de la ley contra los agresores”, añadió Hernández Joseph al considerar que existe amplia evidencia de que “el odio contra esta persona, por tratarse de un hispano, influyó decisivamente en este acto de violencia”.

Desde organizaciones defensoras de la causa migrante, algunos de sus dirigentes consideraron que el ataque que sufrió Guillermo Rodríguez es un “crimen de odio”.

“Lo más grave de este incidente es que parece ser el inicio de una nueva campaña de agresiones contra los migrantes”, consideró Juan José Gutiérrez de la organización Plenos Derechos de California en alusión a la retórica incendiaria que vuelve a escucharse en boca de personajes como Donald Trump.

El migrante mexicano, que pernoctaba cerca de la estación de trenes JFK/UMass, fue abordado poco después de la medianoche del pasado martes por un par de simpatizantes de Donald Trump que lo insultaron, lo golpearon con una barra de acero y orinaron en su rostro.

Los agresores, los hermanos Scott y Steve Leader, de 38 y 30 años, respectivamente fueron arrestados por la policía estatal de Massachusetts y se encuentran detenidos sin derecho a fianza.

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