Fidel Castro puede estar tranquilo. Sin que Cuba haya cambiado su sistema político, la bandera cubana ondea ya en Washington, en su reabierta embajada en la capital estadounidense. También fue colocada en el vestíbulo del Departamento de Estado, junto a las de los otros países con los cuales Estados Unidos tiene relaciones diplomáticas. Es una victoria para el régimen socialista establecido por la Revolución de 1959, que además ha sido excluido de la lista negra de países que patrocinan el terrorismo.

Es también una victoria para el presidente estadounidense Barack Obama, quien suma a su legado la normalización de los vínculos con La Habana, que es, de algún modo, la recuperación de la isla para los inversionistas y turistas de EU. El hecho, cuestionado por los conservadores republicanos y demócratas, y sobre todo por el lobby cubano en el Congreso, confirma que el mandatario comprendió la inutilidad de mantener una política anacrónica de los tiempos de la Guerra Fría y actuó en consecuencia.

En una reciente entrevista con EL UNIVERSAL (24 de junio), el historiador cubano Rafael Rojas, radicado en México, explicó que Obama llegó “a la presidencia con mucho escepticismo sobre la política de embargo y aislamiento de Cuba. Es una política que ha perdido el consenso en la opinión pública” de Estados Unidos, dijo.

En efecto, una encuesta encargada por MSNBC/Telemundo, había indicado el 8 de abril pasado que el 59% de los estadounidenses aprobaba el restablecimiento de las relaciones entre EU y Cuba, mientras que otra encuesta hecha de manera independiente en la isla por la empresa Bendixen & Amandi por encargo de medios como Univisión, indicó que 97% de los cubanos consideraba que serán positivas para su país las relaciones con EU y —vaya sorpresa—, un 80% incluso opinó favorablemente de Obama, frente a 44% que lo hizo de Fidel Castro.

El hecho es que, casi de modo simultáneo, Obama ha celebrado dos triunfos diplomáticos (el otro es el pacto nuclear con Irán), en un agudo contraste con su predecesor George W. Bush que hundió a EU en el pantano de la guerra de Irak. Ciertamente, la intervención militar (2003) y, para algunos, la retirada de tropas estadounidenses del país árabe decidida por Obama, así como la indefinición estadounidense en Siria han derivado en la insurrección del Estado Islámico, pero ese es otro tema.

Por otra parte, el reencuentro con Cuba es también una victoria para el papa Francisco, quien discretamente alentó el entendimiento de ambas naciones con una perspectiva estratégica para la Iglesia católica, pero también con un sustento religioso y humanista. Por ello, en septiembre próximo los gobiernos de Obama y Raúl Castro darán una bienvenida agradecida al Pontífice en sus respectivas capitales.

Desde luego, quedan pendientes de solución los obstáculos mayores que son el levantamiento del embargo económico de Washing- ton a la isla, que terminará por darse, y el futuro de la base militar que tiene EU en Guantánamo, que no está puesto a discusión. Eso por un lado. Por otro, también está por verse algún avance en materia de libertades y derechos humanos para los cubanos o, por lo menos, una mayor tolerancia a la disidencia. Por lo pronto, de acuerdo con el doctor Rojas, la normalización de relaciones con EU hará “irreversibles” las reformas de libre mercado que ha implementado Raúl Castro. Y eso no es poco. Los pasos para el cambio ya han sido dados. La historia dirá si absuelve a los Castro y a Obama.

Google News

Noticias según tus intereses