Washington

Como obispos entusiasmados por el inicio de un nuevo papado, los 35 embajadores que forman parte de la Organización de Estados Americanos (OEA) alistaron estos días sus mejores galas para asistir este 26 de mayo a la “entronización” de Luis Almagro como secretario general y como el hombre que se hará con las riendas de una institución marcada últimamente por un aluvión de críticas, reclamos y amagos de fragmentación tras casi 70 años de existencia.

“Si echamos manos del término refundación no estamos exagerando. Estamos en un momento en que la OEA se encuentra ante una coyuntura en la que deberá la refundación de sus mecanismos y resolver unos problemas de carácter estructural. Necesitamos una OEA que esté a la altura de los retos del siglo XXI”.

La voz es de Emilio Rabasa, embajador permanente de México ante la OEA y responsable del programa de visión estratégica que marcará los derroteros de esta refundación, en el seno de una organización aquejada por problemas endémicos de financiamiento y una unidad maltrecha que rasgaron las vestiduras de José Miguel Insulza en el último tramo de su gestión y que amenazan con hipotecar el inicio de la era de Luis Almagro.

Como parte de estos planes de refundación, México encabezó los trabajos para confeccionar la nueva visión estratégica. Una carta de navegación que surgió del consenso y que marcará la ruta de una transformación que se sustentará sobre cuatro grandes pilares: derechos humanos, democracia, seguridad multidimensional y desarrollo integral.

“Los próximos 15 y 16 de junio, los cancilleres de todos los países que forman parte de la OEA se van a reunir en esta capital para decidir la forma y los tiempos en que quieren ver la implementación de esta nueva visión estratégica”, añadió Rabasa sobre un cónclave que podría marcar un antes y un después en la historia reciente de la OEA.

Creada en 1948, la OEA es una organización que suma las voluntades de 35 países y, en muchos sentidos, es depositaria de las aspiraciones democráticas de más de 900 millones de habitantes que se reparten sobre una extensión de aproximadamente 42 millones de km cuadrados, que van desde los glaciares de Alaska hasta la Tierra del Fuego.

Una vasta extensión de tierra y de culturas. De historia y tradiciones. De rescoldos ancestrales y visiones de futuro marcados por el conflicto, el continuo desencuentro y el difícil consenso. Por el eterno recelo del sur hacia el norte y por un paisaje marcado por los extremos entre la riqueza y la pobreza, y los desgarros ideológicos entre derechas e izquierdas.

A lo largo de su historia, la OEA ha visto desfilar una amplia lista de desafíos que han ido desde las disputas por conflictos fronterizos hasta las guerras regionales atizadas en Centroamérica durante los años de la Guerra Fría. Desde la lucha de más de 40 años contra las drogas hasta el azote de los desastres naturales y, últimamente, la batalla entre el crimen organizado transnacional y unos Estados-nación que disfrutan de diferentes niveles de democracia.

En este contexto de realidades y visiones tan dispares, la OEA ha vivido momentos de relativa normalidad que, vistos en retrospectiva, permiten valorar los avances reales de esta organización hemisférica en distintos ámbitos.

“Entre 1900 y 1990 hubo en las Américas más de 160 golpes militares. Y desde 1990 hasta la fecha sólo ha habido dos. Pasamos de casi dos (golpes militares) por año, a menos de uno cada diez años”, dice Jean Michel Arrighi, secretario de Asuntos Jurídicos de la OEA, en su obra de reciente publicación La OEA y el Derecho Internacional.

Aunque los golpes de Estado encabezados por generales han dejado de ser una preocupación, el caudillismo de nuevo cuño sigue siendo una amenaza para la estabilidad democrática y el respeto a los derechos humanos en todo el hemisferio. De hecho, la crisis en el terreno de los derechos humanos se ha convertido en una constante en el marco de una realidad hemisférica acechada por la amenaza de las libertades recortadas por gobiernos que han surgido de las urnas, pero también por la violencia del crimen organizado internacional y los cárteles de la droga.

Las crisis en el terreno de los derechos humanos y en el de las libertades democráticas se han convertido así en los dos frentes que han validado la necesidad de un organismo como la OEA. Actualmente, por ejemplo, se reciben más de 2 mil quejas en la Comisión de Derechos Humanos (CIDH) y la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión consignó la muerte de al menos 25 periodistas en el hemisferio en 2014. Los países con mayor índice de violencia y denuncias en el terreno de las libertades son México, Venezuela, Ecuador y Cuba.

“La atracción que ejerce el tema de los derechos humanos y la inestabilidad democrática ha capturado la atención de la OEA mucho más que los otros dos temas que son seguridad multinacional y desarrollo integral”, reconoció Rabasa al subrayar que precisamente el nuevo reto para la administración de Almagro será fortalecer las capacidades de esta organización en el terreno de la seguridad multidimensional y el desarrollo integral.

“Pero para que esto pueda lograrse tendrán que hacer que el sistema interamericano sea capaz de integrar y articular todos sus mecanismos y herramientas como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la Organización Panamericana de Salud (OPS) y el Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas (ICA)”, añadió.

“En este sentido, el reto que tiene Luis Almagro es la integración del sistema interamericano. Por eso propusimos, como uno de los subtemas de la visión estratégica para discutirse en la Asamblea del 15 de junio, precisamente la integración del sistema interamericano y sus mecanismos de cooperación para concentrarnos en temas como la educación o la salud, con metas muy concretas y calendario”, dijo Rabasa. Para lograr esta integración, el nuevo secretario general de la OEA tendrá que afrontar además el que quizá sea el más difícil de los obstáculos a superar: la financiación de una organización que sufre de un endémico desequilibrio en sus finanzas.

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