Ciudad del Vaticano.— El asesinado arzobispo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, quien será beatificado hoy, actuó como el papa Francisco, pero mucho tiempo antes, al optar por los pobres, dijo en entrevista con EL UNIVERSAL monseñor Gianfranco Grieco, sacerdote, periodista, escritor y jefe de Oficina del Pontificio Consejo para la Familia.

Coautor, con monseñor Vincenzo Paglia —titular del dicasterio para la familia y postulador de la causa de beatificación del arzobispo Romero—, del libro Beato Óscar Arnulfo Romero. El amor es más fuerte que la muerte, Grieco dijo que es justo que la Iglesia pida perdón por su silencio en la época de las dictaduras latinoamericanas.

¿Qué significado tiene para la Iglesia católica y el Vaticano la beatificación del arzobispo Romero?

—La beatificación del mártir Óscar Arnulfo Romero en el contexto que vive hoy el mundo tiene un grandísimo significado no sólo simbólico, sino concreto, y no sólo para la Iglesia. ¿Por qué fue asesinado Romero? Porque optó por estar al servicio de los pobres, de los últimos, de quienes no tienen voz, de una Iglesia que besa, se arrodilla y lava los pies a los últimos. Actuó como el papa Francisco, pero mucho tiempo antes.

¿Cómo se explica el largo tiempo y el silencio de la Iglesia respecto de esta beatificación?

—Esto se debió al hecho de que en la Congregación para las Causas de los Santos había cardenales latinoamericanos que trabajaron contra esta causa, pero Dios quiso que un Papa (Jorge Bergoglio), que creo no lo conoció, definiera a Romero, en agosto pasado, como “un gran hombre de Dios”, que fue la señal de que la causa finalmente concluiría. A través del padre jesuita Rutilio Grande, quien tenía un estrecho vínculo con Romero, el Papa conoció la vida y obra de este mártir salvadoreño.

Pero ¿por qué tomo tanto tiempo el proceso?

—Porque la Iglesia nunca tiene prisa, pero también porque esta beatificación no era como la canonización de Juan Pablo II, que fue muy rápida. Los caminos fueron diferentes, sobre todo porque se trataba de un sacerdote de un país sin recursos, organización y expertos. La beatificación concluyó porque el postulador de la misma fue su excelencia Vincenzo Paglia, pero también porque intervino la Comunidad de Sant’ Egidio. Si la causa hubiera seguido en manos sólo de la Iglesia del El Salvador los pro y contras hubieran seguido quién sabe hasta cuándo.

Me parece que el cardenal colombiano Darío Castrillón Hoyos, cercano al Opus Dei, fue un fuerte opositor a esta beatificación

— En realidad se oponían cardenales de toda América Latina, colombianos y también mexicanos, esto es cierto, pero la verdad los hará libres ¿no?

Para el teólogo Gustavo Gutiérrez, al aprobar el Papa esta beatificación la Iglesia equiparó el martirio por la fe al martirio por el pueblo, que antes era ignorado

—Creo que sí y también creo que en América Latina sucederá lo mismo que en España, con los mártires de la época de Franco, pero se necesita recopilar documentación partiendo de los jesuitas y laicos que fueron asesinados en Latinoamérica por estar cerca del pueblo. Creo que su martirio, como dice Gutiérrez, también será reconocido por la Iglesia.

¿Este reconocimiento no lleva implícita una crítica a los sectores de la Iglesia que estuvieron cerca de las dictaduras latinoamericanas?

— Esa reflexión es justa, porque las iglesias llamadas pobres han sido proféticas: vieron, 30 o 40 años antes, el gran proyecto del papa Francisco, una Iglesia de y para los pobres.

Pero estas beatificaciones son o no una crítica a una Iglesia cercana a las dictaduras latinoamericanas

—Creo que es justo que la Iglesia pida perdón por el silencio, por esconderse, hacer la finta de no tener abiertos los ojos o de no haber escuchado. La Iglesia debe hacer un mea culpa, porque en una época el silencio fue más fuerte que la profecía y el anuncio evangélico.

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