La mejor forma de conquistar el futuro es conociendo la historia. La lección de la Revolución Mexicana hace 107 años indica que un modelo político debe renovarse continuamente y no estancarse en un patrón de poder caduco que a final de cuentas fue derrocado.

La Revolución propició la reconfiguración de fuerzas políticas que sentaron las bases de un sistema político basado en instituciones, leyes y representación de las causas populares, así como de un modelo económico orientado a la inversión en infraestructura, productividad laboral y crecimiento económico.

La experiencia acumulada a lo largo de los últimos 18 años nos indica que las lecciones de la alternancia de partidos en el gobierno federal, en los estados y municipios ha fortalecido la institucionalización y el valor de la democracia, y al mismo tiempo ha dejado a la vista las deficiencias en la pulcritud del manejo de los recursos públicos.

Cada seis años nuestro país vive una experiencia de reflexión abierta para definir el modelo más adecuado para el futuro próximo. Los procesos electorales son periodos donde se comparan, a veces con razón pero siempre con pasión, las opciones que los partidos y sus candidatos ofrecen a la ciudadanía.

Durante esos periodos ha emergido una sociedad más informada, exigente, impaciente y crítica, que obliga la revisión de nuestro modelo de país.

Por ello la recomposición de las fuerzas políticas indica que los métodos y prácticas tradicionales no son suficientes para presentar una oferta competitiva a un electorado, que a pesar de recibir resultados positivos se muestra desencantado entre dos corrientes; una la constituye una comunicación política gubernamental reiterativa que promueve la difusión de sus logros, y otra pertinaz que busca demeritarlos a toda costa. Es así que entre la confusión florece el descontento.

Las nuevas tecnologías están revolucionando los métodos de decisión, producción y consumo en todos los escenarios de la industria, el comercio y los servicios. Los gobiernos a su vez deben de replantear sus métodos y rediseñar la administración pública para reconocer la urgencia que tiene la sociedad por resolver sus demandas.

La síntesis de fondo es la ausencia de una visión de país de largo plazo; una visión que sea producto de un consenso en el que todos los actores y fuerzas políticas acepten la responsabilidad de impulsar el desarrollo del país. Ello requiere una reforma profunda de los marcos normativos. Es necesario innovar a México para dotarlo de un sistema político robusto, donde la oposición deje atrás la noción de confrontación y rechazo como única herramienta de posicionamiento público y los gobiernos en funciones amplíen las vías de diálogo e interacción directa con la ciudadanía.

Un modelo de país innovador que permita que el ciudadano cuente con las condiciones para desarrollar sus capacidades y defender sus derechos, un modelo renovado de prevención del delito y procuración de justicia que asegure un clima de paz social y un modelo económico que promueva la formación de patrimonio por la sociedad.

Antes de iniciar la contienda electoral más competida de nuestra historia reciente, el mejor ejercicio personal es la concepción de los verdaderos objetivos trascendentes que debe lograr el país, ejercicio mediante el cual cada ciudadano tomemos la responsabilidad de contribuir a mejorar nuestro entorno social, político y económico.

La innovación de un sistema político para que funcione y para que perdure debe ser resultado de la convicción de la sociedad para que se ponga en marcha un proyecto de país donde los anhelos converjan y los rencores se concilien.

Rúbrica. Ahí viene Coco. Es notable que en una película el personaje de la muerte haya cambiado el significado de una palabra, del miedo a la ternura.

Político, escritor y periodista.
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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