“Mexicano detente, ésta es la raíz de tu historia, tu cuna y tu altar. Oirás la voz silenciosa de la cultura más antigua de México, tal vez de la civilización madre de nuestro continente.

Los olmecas convirtieron la lluvia en cosechas, el sol en calendario, la piedra en escultura, el algodón en telas, las peregrinaciones en comercio, los montículos en tronos, los jaguares en religión y los hombres en dioses”.

Esta es la frase con la que el gobernador de Veracruz, Agustín Acosta Lagunes, dejó testimonio de la honrosa herencia prehispánica del pueblo veracruzano a la entrada del Museo de Antropología de Xalapa.

Este museo es el segundo más importante del país y uno de los más importantes de nuestro continente, una gran obra que se edificó en quince meses y que aloja varias cabezas olmecas, la figura del Señor de las Limas, las caritas sonrientes y cientos de piezas arqueológicas que forman parte del gran tesoro mesoamericano de la cultura olmeca y de la región, que con gran calidad se sintetiza en el libro Olmecas, escrito por María Teresa Uriarte.

El día de ayer se conmemoró en Xalapa el octavo aniversario luctuoso del Lic. Agustín Acosta Lagunes, quien fuera gobernador de Veracruz de 1980 a 1986.

Don Agustín, como todo mundo lo conocía, era un hombre intolerante con la ineficacia e impaciente con la burocracia.

Su formación académica como licenciado en economía y con posgrados en el extranjero, le dio las herramientas profesionales e intelectuales para destacar en diversos cargos en la administración pública federal y como catedrático universitario en materia de comercio exterior.

Dentro de las grandes anécdotas que siempre tiene la política veracruzana, recuerdo que en una gira del presidente José López Portillo comentó que “la sucesión de Veracruz es un gran dolor de cabeza”, a lo que el joven aspirante a gobernador le dijo con agudeza y firmeza: “señor Presidente, aquí esta su aspirina”. Ante la sorpresa de la propuesta y lo oportuno de la intervención, el presidente López Portillo ordenó echar a andar el engranaje político del PRI para llevar a Agustín Acosta al gobierno de Veracruz.

La decisión presidencial y la aspiración del candidato fueron bien recibidas, pero sobre todo al paso del tiempo han sido bien reconocidas; Acosta Lagunes gobernó con paz social y tranquilidad política y fue un administrador estricto de los recursos públicos. Hombre de pocas palabras y muchas decisiones. Rechazaba alegorías discursivas huecas y resumía categóricamente en respuestas definitivas de sí o no.

Fue un político austero con los lujos, pero lujoso con las inversiones que hasta la fecha siguen cumpliendo una misión social, cultural y económica, orgullo de su estado y del país.

El gobierno de Acosta Lagunes fue un gobierno sencillo y directo, que acumuló los dineros para dejar obras de gran trascendencia, que “se brincó las trancas” de las inversiones federales y con recursos propios construyó en solo 6 meses el primer puente que unió las riberas del río Papaloapan, impulsó el liderazgo económico de Veracruz en la producción de azúcar, café, cítricos, arroz y ganado bovino, entre otros.

Adicionalmente rescató la Hacienda del Lencero, que fuera hogar de Antonio López de Santa Anna.

Saneó las finanzas del estado y de los municipios con gran austeridad pero con la pertinencia de hacer las inversiones públicas en infraestructura que tuvieran transcendencia. Dotó de una fuente nueva de agua a la ciudad de Xalapa, capital del estado.

Siempre lo recordaré con aprecio, por la forma en que rechazó en todo momento “la lujuria del poder”.

Rúbrica. Preparar el Día del Niño. Qué gran responsabilidad para estas generaciones ofrecer a la niñez no solo un día de felicidad y festejo sino construirles un proyecto de vida con educación, libertades, para disfrutar de un país y un planeta limpio y sustentable.

Político, escritor y periodista
@AlemanVelascoM
articulo@alemanvelasco.org

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