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Llega tarde el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, a la declaratoria de constitucionalidad de la reforma política que extingue el Distrito Federal y nombra como Ciudad de México, siglos después, ahora sí, a la capital del país.

Recibe a Mancera un comité de bienvenida de corbatas amarillas. El diputado Jesús Zambrano encabeza el grupo, junto con el presidente del PRD, Agustín Basave, que viene a la Cámara de Diputados a ser testigo del gran momento que tiene lugar en salón de la Comisión Permanente del Congreso.

Es casi mediodía. Para los legisladores del PRD, la ceremonia es festiva. Replican mensajes en redes sociales de lo que llaman “Día Histórico”, pero esa calidez contrasta con el frío de enero que se siente en dos extremos del salón: Morena y el PAN se abstienen de aplaudir. El PRI, “ni lo uno ni lo otro”: con actitud profesional participarán de la proclama que durará una hora.

Dentro del salón de sesiones de la Comisión Permanente, Mancera Espinosa ocupa el principal lugar en la pequeña galería, con Porfirio Muñoz Ledo, su hombre en la estrategia de impulso a esta reforma política, y con Agustín Basave.

Jesús Zambrano preside la reunión y despacha asuntos de trámites, de rigor en la vida parlamentaria. En su estilo, el perredista abre el espacio para tratar la declaratoria de constitucionalidad y pide que Mancera pase a ocupar un lugar en el presídium. Ocupa una curul a un lado del presidente Zambrano.

Se da lectura a las declaratorias de los 23 estados que han ratificado la reforma política de la Ciudad de México, la que demoró décadas, y según otra visión el cambio ha tardado dos siglos en darse.

Allí, en la Mesa Directiva, Mancera Espinosa escucha música para sus oídos: la vía está libre. Y el diputado Zambrano, con estilo nada hollywoodense, remite el decreto de la reforma al Ejecutivo federal para su promulgación.

Vienen las intervenciones de las bancadas. El contraste lo da Miguel Barbosa que saluda la reforma: “¡Adiós Distrito Federal; bienvenida, Ciudad de México!” A los insatisfechos les explica que “se avanza hasta donde marcan los acuerdos y la buena política”. Cerrado su mensaje, Barbosa va a abrazar a Mancera. “Gracias, hermano”. El perredista saluda a Zambrano; abajo entre curules, encuentra al coordinador del grupo parlametario del PRI en San Lázaro, César Camacho.

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